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Serendipia: El café de los corazones rotos de Penelope Stokes - abril 4, 2014 por Agustín Barahona

«Mi madre solía decir que el amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan en la misma medida que mereces o deseas.- Déjalo salir a raudales – decía-. Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra.»

«El lector que abra El café de los corazones rotos esperando encontrar una novela romántica se llevará una pequeña decepción porque, si bien esta historia trata de amor, no se refiere al amor romántico, de pareja, sino al amor por uno mismo y al que desborda por la mirada de quién sabe ver a los demás con cariño y confianza. Hasta la fecha, este es el único libro de Penelope Stokes traducido al castellano y se trata de una novela amable y simpática, de escritura cálida y mensaje sencillo. Lo mejor de su argumento es que casi todos los personajes son personas que han llegado a la madurez y que tienen mucho que ofrecerse unos a otros. Y que Dell, la encantadora protagonista, comprende que lleva tiempo llena de oscuridad, que no escucha a sus amigos, y que debe deshacerse primero de algún lastre nocivo para poder confiar en los demás. El valor de la metáfora es que Dell no se cambia de peinado, pierde peso y se compra un par de vestidos nuevos como suele pasar con las heroínas tristes de la literatura romántica sino que decide cambiar desde dentro, buscando el origen de su miedo y su rabia. Esta falta de pretensiones, la ausencia de artificio, es lo que convierte a los personajes y al mismo argumento en una lectura simpática y amena, sin trampas de ninguna clase. Y las recetas de Dell, incluidas en las últimas páginas de la novela, son un toque de color muy dulce.» (Continúa leyendo en el artículo)

vía Serendipia: El café de los corazones rotos de Penelope Stokes.

¿Qué enseñanza de composición musical ‘industrial’ se está ofreciendo? - marzo 28, 2014 por Agustín Barahona

«Por la información que algunos alumnos aportan acerca del tipo de composición musical –que poco o nada tienen ni de composición ni de musical– que se está enseñando en algunas cátedras de esta asignatura, no es de extrañar que los estudiantes se la planteeen como algo que se puede hacer industrialmente sin ninguna calidad, intentando venderse en competición mercantil al mejor postor pisando a los demás para llegar el primero a la subvención o al amiguismo y sobrevivir.

Y esto se fomenta así porque como en esos casos debido a la falta de calidad los resultados caóticos son injuzgables no hay forma de elegir una farsa sobre otra y se utilizan criterios extraartísticos, con lo que se favorece las posiciones de ministros de presunta educación que sólo entienden el arte, en el mejor de los casos, como actividad de una cámara de comercio y mercachifleo si les ayuda al aborregamiento de la población.

Lo tragicómico es que algunos profesores de este circo encima se quejan de sus recién mencionados resultados sociales, a pesar de lo esperables. Y, señoras y señores, la triste realidad es que o bien se rechaza en su totalidad el sistema que produce dichos resultados caóticos y farsantes o bien se acepta sin rechistar y se asumen las lógicas consecuencias.» [Agustín Barahona]

Excusas de las producciones sonoras cacofónicas o caóticas para justificar su desagrado - marzo 28, 2014 por Agustín Barahona

«Los creadores de producciones sonoras cacofónicas o caóticas que habitualmente pretenden hacerlas pasar por música clásica suelen excusarse diciendo que si al público no les gustan sus creaciones no es porque les sean desagradables sino porque el desagrado proviene de que ‘están mal tocadas’. Es una de las muchas excusas recurrentes que se aplican invariablemente –independientemente de que estén mal o bien tocadas en realidad– aprendidas del excusario de los maestros de todo este tipo de producciones.

En este caso el artífice originario fue Schoenberg, que decía exactamente eso. Gèrard Genette lo menciona en su libro de 1994 L’Oeuvre de L’Art: Immanence et Trascendence. En su traducción anglófona de 1997, página 102, cita las palabras de este músico: «My music is not modern, it is merely badly played» (mi música no es moderna, está simplemente mal tocada). Genette bromea diciendo que seguramente para Schoenberg el único modo de que  su música no sonara mal era que sólo él la oyera perfecta en su cabeza.

Con la pléyade de grandes instrumentistas que desde mediados del siglo pasado se han acercado curiosos a la obra de Schoenberg para interpretarla y hasta grabarla con todo cuidado –como por ejemplo el genial Maurizio Pollini, escrupulosamente fiel a la partitura– me temo que la excusa ya no funciona. Y lo peor que puede ocurrirle a un creador de producciones sonoras cacofónicas o caóticas es que se las interprete un genial instrumentista, porque se queda sin una de las más recurrentes excusas.

Por supuesto, siempre le quedan otras decenas, como por ejemplo decir, como en el cuento de Las nuevas ropas del emperador de Hans Christian Andersen, que sólo los que no son unos incultos o no son tontos pueden gustar de esas cosas. Pero con tantos músicos cultos e inteligentes en la Historia –y en nuestros días– que junto con el gran público no gustan ni han gustado de ese tipo de producciones me temo que ninguna de todas esas otras posibles excusas cuelan ya, después de más de 100 años de comprobar día a día su falsedad.» [Agustín Barahona]

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