¿DEBEN LAS ORQUESTAS PÚBLICAS PROGRAMAR SIEMPRE MUSICA CULTA QUE GUSTE A LA MAYORÍA DE SU PÚBLICO?

Planteamiento inicial del debate: «El Maestro Don Ricardo Muti ha publicado recientemente la reflexión acerca de que una orquesta cuesta muchísimo menos que un jugador de fútbol y que si cerramos a nuestros hijos la posibilidad de acercarse a la cultura, estamos abocados a un futuro de gente muy superficial y peligrosa. También ha subrayado que al elegir los programas para sus conciertos en el Festival Canarias, ha escogido compositores que le permitieran remarcar la importancia de la cultura europea en estos momentos de crisis: Verdi, Strauss y Prokoviev en un programa, y Beethoven y Berlioz, en el otro. Igualmente ha dicho que bastaría con quitar un poco de dinero de cosas innecesarias para destinarlo primero a la educación, luego a la educación y después a la educación y que sabemos que cada vez que ha habido dictaduras, los dictadores han intentado cerrar la boca a las gentes de la cultura, porque la cultura es el alma del pueblo y que hay que convencer a los gobernantes de que la escuela, la cultura en general, son fundamentales para nuestro futuro. Sin embargo, desde «Música y Cultura (M&C)» nos planteamos en este debate ***qué es lo que puede hacer sostenible ahora mismo ese futuro que junto con Don Ricardo todos deseamos***, puesto que el argumento de que una orquesta es mucho más barata que un jugador de fútbol es un importante y obvio argumento… a no ser que lo que hagan las orquestas no esté conectado con lo que espera el gran público de la música culta que hagan, para así poder asistir a los conciertos y sostener la manutención de los sueldos de los músicos, teatro y personal adscrito. Y si no están conectadas con el gran público y sus preferencias mayoritarias de música culta… entonces el único argumento válido para la mayoría seguiría siendo el fútbol con el que el Maestro Muti contrasta en su argumentación, desgraciadamente. No se puede sobrevivir en este mundo y pretender transformarlo estando de espaldas y ajenos a él.»


Agustin Barahona: El artículo referido: http://www.eluniversal.com.mx/…/muti-cultura…

El Universal – Cultura – Una orquesta cuesta menos que un jugador de futbol: Muti

www.eluniversal.com.mx

El director italiano dijo que «si cerramos a nuestros hijos la posibilidad de acercarse a la cultura, estamos abocados a un futuro de gente muy superficial y peligrosa»

José Ángel Morente: La respuesta debería ser un simple «sí» pero entonces surge el problema de siempre: ¿cuál es, en realidad «su» público? ¿Qué le gusta supuestamente a ese público? Si eso no está claro (y no creo que lo esté) responder esta pregunta no es fácil.

Agustin Barahona: Gracias por participar, Jose Ángel. Si, como dices, no se sabe –yo pienso que la categoría de música en general si se conoce, que es la tonalidad como núcleo, pero demos provisionalmente por válido que no se sabe– se puede hacer pues estadística de qué es lo que a la mayoría del publico de la música culta le gusta –medios hay de sobra– o averiguar si dichas estadísticas están ya hechas. Una buena estadística sería ver qué es lo que el público en general compra dentro de la música culta, autor por autor. No debe de ser difícil conseguir unos resultados que siempre serán menos subjetivos que la opinión de cualquier persona. Incluso obra por obra.

José Ángel Morente: No sé si también supondría una trampa la estadística si esta limitase el repertorio. ¿Qué ocurriría si la estadística arrojara un resultado demasiado homogéneo y repetitivo? Quizás preguntando a la gente las orquestas estarían obligadas a tocar «sota, caballo y rey».

¿Acaso no debería ser también responsabilidad de las orquestas públicas el conseguir que la gente descubra nueva música y que aumente la riqueza de conocimiento del público general? Es decir, no descuidar la función educativa que también ha de tener una orquesta pública.

Esto me lleva a la conclusión de que se debe buscar un equilibrio entre lo que el público general pide y lo que en realidad se le debe dar. Lo que de nuevo nos lleva a una nueva pregunta difícil de responder. ¿Cuál es ese punto de equilibrio y quién debería establecerlo?

Iss Crisxa: Quizá barajar el repertorio de presentación en presentación dando oportunidad a nuevas creaciones, así se cumple con ambos propósitos.

Angel García Jermann: El público general no músico no conoce toda la música q existe. Si solamente se programara la música q estadísticamente más gusta estaríamos programando solamente la música q ya conoce. Es como tener un Goya en casa (que no está mal, ya me gustaría!) o ir a un museo que ofrece exposiciones variadas. El público no sabe si le gusta lo que no conoce. Hacen falta programadores con conocimiento que encuentren un buen equilibrio. Los «clásicos» deben estar siempre presentes, o acaso no releemos el Quijote, a Lope o a García Lorca?

René Ponce Clavijo: Más allá de que el público guste de cierto estilo y/o copmpositores, creo que la gran pregunta es si ¿el público paga siempre por lo que gusta?, en ese sentido yo concuerdo con Iss Crisxa, es bueno barajar el repertorio pero también orientar el interés, estrenar nuevas obras, como también manipular un poco más de dinamísmo en los conciertos para que la gente pueda pagar por escuchar otra vez la 9ª de Beethoven por ejemplo, pero siempre y cuando ofrezcamos material audiovisual, informativo, o el estreno de algúna obra o un proceso en base a la 9ª que sea material nuevo y fresco para una mayor inversión por parte del oyente, entonces yo no creo que una difusión forzada al público de obras no convencionales le brinde al oyente un funcional descubrimiento y educación musical, como que ofrecer una nueva versión (me refiero a volver a interpretar) de obras ya estrenadas hace siglos no tiene ningún fin educativo hacia el público. Si no se cambia el dinamísmo y el formato en los conciertos, para mi es obsoleta la reprodución una y otra vez de obras tán trilladas, ya que eso no aporta en lo absoluto a la cultura colectiva como tal. Un saludo cordial desde La Paz, Bolivia.

Iss Crisxa: No creo que las obras clásicas bajo ninguna circunstancia sean trilladas, siempre hay publico emergente peto por eso mismo tendría que ofrecerse alternancia en el repertorio en las temporadas. Y aunque si, la idea de lo audiovisual resulta interesante no creo que sea condicionante dado que estamos conscientes los que somos el publico común en que vamos a tratar de enriquecer el sentido auditivo y accesar a estados del alma desconocidos, para los que no tengan esa conciencia es donde ustedes como conocedores tendrán que dar la pauta para tránsitos emocionales en la audiencia pero por favor no caigamos en el error (y horror) de entender el arte por las leyes del mercado, ofertar lo que únicamente se vende…tendría que buscarse un punto medio que si en un inicio no son lo suficiente populares las nuevas propuestas se financien a través de las que si…se trata de la creación de una nueva cultura musical.

Agustín Barahona: Hola Jose Ángel. Decías «¿Qué ocurriría si la estadística arrojara un resultado demasiado homogéneo y repetitivo? Quizás preguntando a la gente las orquestas estarían obligadas a tocar «sota, caballo y rey»». Dudo mucho que si se pregunta al público que gusta de la música culta la mayoría dijesen que «sota caballo y rey», pero si así fuese me temo que sería lo que tenemos para sostener económicamente ahora a las orquestas en tanto eso no cambiase. «¿Acaso no debería ser también responsabilidad de las orquestas públicas el conseguir que la gente descubra nueva música y que aumente la riqueza de conocimiento del público general? Es decir, no descuidar la función educativa que también ha de tener una orquesta pública.» No estoy seguro de que una orquesta deba tener una función educativa –que tienen de hecho las instituciones musicales educativas– pero si desea educar bien benido sea, por supuesto. El problema es que no tenemos tiempo para esperar lo necesario para fabricar generaciones de personas que gusten de algo distinto de lo que gusta hoy en su mayoría el público de la música culta que pueda sostener ***ahora*** –como decíamos— a las orquestas públicas. «Esto me lleva a la conclusión de que se debe buscar un equilibrio entre lo que el público general pide y lo que en realidad se le debe dar» Imagino que de esto ya se encargará la educación institucional musical en todo aquello que sea realmente educable. Pero no podemos tener la certeza de que los gustos sean educables en todos los casos en personas adultas cuyo gusto ya ha sido educado y que a pesar de ello tienen muy claro qué es lo que les gusta y qué no. Y no hablo de gente no instruída sino por lo general de gente muy instruída. El problema es que un profesor puede llegar a educar acerca de aquello que no forma parte de los condicionamientos naturales, auqellos que sea real y absolutamente cultural y extrapersonal, o que no forme parte de aquello que el individuo considera su propia identidad, como son sus gustos maduros; pero veo razón alguna para pensar que se pueda enseñar a alguien a que guste de algo que no le gusta habiendo alcanzado su madurez en el gusto. Es lo mismo que tiempo atrás algunos contertulios de «Música y Cultura (M&C)» ejemplificaban con el tema de los nutricionistas y el gusto personal, es decir, los nutricionistas podían ilustrarnos y educarnos sobre la alimentación que más nos conviene, pero ***no pueden decirnos qué es lo que nos tiene que gustar***. Por tanto el punto de equilibrio está en el gusto del público de música culta ahora mismo y es sólo ese público ahora mismo quien puede establecer dicho punto de equilibrio, nos guste o no. Quizá con el paso del tiempo y la educación algunas cosas educables puedan cambiar, pero no creo que la manutención económica de las orquestas pueda esperar a que las nuevas generaciones queden totalmente formadas sin que pueda haber garantías de que los gustos puedan cambiar. Por lo tanto algo coherente con esa realidad estadística de los gustos mayoritarios del público de la música culta habría que hacer al respecto.

Agustín Barahona: Hola Iss, bienvenida al debate. El problema es que si hacemos programaciones híbridas –si no son híbridas y los autores son múltiples pero la estética siempre es agradable para el público éste lo aceptaría todo e incorporaría los nuevos apellidos y obras a su repertorio de gusto habitual–, tal como se lo ha expresado en otro debate aquí mismo –véase–, la gente puede «picar» una vez, pero a la siguiente o a la siguiente dejan de ir a los conciertos –como de hecho ha venido ocurriendo en los últimos 40 años– en cuanto haya algo en la programación de lo que no tengan certeza que sea algo de lo que vayan a gustar. Y no te cuento nada si llegan a ir y se encuentran con que les cuelan algo que les parece desagradable: no sólo no vuelven a ir sino que previenen a nuevos posibles sostenedores económicos de las orquestas para que no vayan. Es así de duro y personalmente he hecho estadísticas a ese respecto que muestran que la mayoría de la gente prefiere no arriesgar su tiempo o su dinero si no tiene certeza de que lo que vaya a escuchar sea de su agrado por tener esa seguridad previa, cosa que, por otra parte, es sumamente lógica.

Recordemos que el objetivo de este debate no es otro que el averiguar cómo conseguir que las orquestas públicas puedan sostenerse ***ahora***, lo que implica seguir la lógica de ofrecer al público lo que éste pueda entender y apreciar ***ahora mismo***. Dentro de 10 años ya veremos. Es obvio que esa alternancia de la que hablas, Iss, de poderse dar habría de darse ***en la misma proporción*** correspondiente al público que realmente guste de ese tipo de alternancias y ***siempre*** en conciertos separados, sin mezclar, pues el fenómeno es que si se hibridizan las músicas gustadas por la mayoría del público de la música culta con las que la mayoría no gusta el primer tipo de público deja de ir a esos conciertos porque se sienten engañados y estafados.

***No debería haber ningún problema en que cada tipo de público tuviera su tipo de concierto sin que tuvieran por qué mezclarse y así se daba gusto a todo el mundo***. Entiendo que ***el problema es mezclar y encima hacerlo a proporciones iguales –cuando no en contra del gusto de la mayoría del público de la música culta– en vez de a proporciones correspondientes con lo que muestra la estadistica al respecto de los gustos***.

Espero haber centrado el tema lo suficiente así como haber planteado las necesarias y eficaces objeciones.

Agustin Barahona: Hola Ángel, gracias por participar. Dices «El público general no músico no conoce toda la música q existe» Efectivamente, ése es precisamente el problema. Por eso pueden picar una vez, o dos, pero a la siguiente o a la siguiente suele ser difícil que repitan la mala experiencia, pues si no conocen el apellido del autor que se les presenta como nuevo no sabrán si les gusta o no hasta que lo escuchen, pero eso no quiere decir que no pueda saberse de antemano si es más o menos probable que pueda gustarles. Dices «si solamente se programara la música q estadísticamente más gusta estaríamos programando solamente la música q ya conoce». No necesariamente, porque sería como decir que no podemos conocer ni tipologizar el lenguaje de la música que gusta a esa mayoría de público que gusta de la música culta y sin embargo no es difícil de tipologizar a través de las estadísticas mismas. Cualquier autor y otra nuevos, por tanto, que siguieran ese lenguaje que produce ese gusto mayoritario de quienes podrían sostener las orquestas se sabría de antemano que iba a ser aceptado por ese público si las obras programadas tienen calidad. Y no sería muy difícil garantizar llenos en las orquestas en cuanto ese público antiguamente escaldado comience de nuevo a confiar en que no van a engañarles con programas híbridos.

Agustin Barahona: Hola René, gracias por participar. A todo aquello que ya he contestado a otros compañeros te remito mis respuestas a muchas de las cosas que dices. Al respecto de esto otro que dices: «es bueno […] manipular un poco más de dinamísmo en los conciertos para que la gente pueda pagar por escuchar otra vez la 9ª de Beethoven por ejemplo, pero siempre y cuando ofrezcamos material audiovisual, informativo», se trata de otro debate. Al respecto de este otro debate del que hablas, que no es el propuesto en este hilo, ya hay otros títulos abiertos en M&C a los que te invito que participes. Allí está ya suficientemente respondido todo lo que a este respecto propones y no tiene sentido repetir los mismos argumentos de refutación en un debate que ni siquiera es ése. Por ejemplo, aunque no es el único ejemplo, el debate titulado «Lo horroroso/espantoso de la música clásica…» o el titulado «¿Se pierde público filarmónico por culpa de los músicos?». Muchas gracias.

Santiago Urbana: A ver, no sé si capto bien el planteamiento de lo que propones, Agustín.

Los fines.

¿Es un planteamiento de urgencia sólo para este momento?

¿Es para hacer publicidad a ese planteamiento y que la gente de este momento pueda ir más o mucho más a los conciertos?

¿Es para que la gente vaya a los conciertos sin miedo a tener que soportar peñazos en medio de obras clásicas?

¿Es para que los que les agradan los peñazos tengan también conciertos pero sólo de peñazos sin que nadie que no quiera se pueda sentir pillado en medio?

¿Es para justificar la necesidad de que no se cierren las orquestas sostenidas con fondos públicos?

Los medios.

La estrategia que propones, parece que es medir por estadísticas qué obras y autores les parecen agradables al público de la música clásica y entonces programar los conciertos según esas proporciones. Es correcto?

Uséase, por poner un ejemplo, si el porcentaje fuera que a Mozart lo compra un 97% a Beethoven un 98% a Haydn un 90% a Schubert un 88% a Brahms un 76% a Schumann un 70% a Tchaikovsky un 89% a Stockhausen un 0,01% a Schönberg un 0,1% a Stravinsky un 20% etc…..

¿sería programarlos en esa misma proporción en los conciertos?

¿sería no mezclar los eminentemente minoritarios con los eminentemente mayoritarios poniéndolos siempre en conciertos separados?

¿sería no mezclar los que usan todos los ámbitos de la tonalidad como lenguaje central con los que no la usan?

¿Qué sería?

Santiago Urbana: No es cierto, Angel García. Ya todos, pero todos, podemos conocer de antemano en internet toda la música que existe o a lo menos los estilos de los compositores.

El público usa internet para conocer antes nueva música y va a los conciertos sólo de la música o autores que ya le gustan porque ya de antemano puede saber cómo suena un autor que le proponen en un programa. Así un concierto con programa bocadillo con una piedra en medio no se lo comerá el que no le guste. No lo pagará.

No hacen falta programadores que intenten «educar» nuestro gusto. Yo no soy ningún ignorante, sé muy bien lo que me gusta y lo que no me gusta y nadie puede forzar mi gusto.

Pienso que el unico «equilibrio» posible es respetar los gustos del público de las salas de conciertos.

O si no no van. O si no no vamos.

La gente que se niega a oir obras de un autor concreto no es porque tenga prejuicios sino porque las ha escuchado ya antes o porque ha oído otras obras del mismo autor.

Generalmente en internet.

Los que normalmente van a los conciertos disfrutan de una experiencia auditiva que les permite conectar con su mundo emocional abstracto representado por el mundo de los sonidos. Es una experiencia única sin comparación.

Si le ponemos audiovisuales ya no le estamos ofreciendo lo mismo.

Se puede probar a ponerles audiovisuales y no audiovisuales, ver después los resultados y respetar también esas preferencias y gustos.

Pero, bueno, me parece a mi que es hacer más difícil, y sobre todo más cara, la producción de un concierto, porque no cualquier imagen vale para cualquier música.

La música sola debería bastar.

Agustín Barahona: Respondiendo a tu pregunta, Santiago, captas bien el planteamiento de lo que propongo, tanto fines como medios, aunque no me limito sólo a lo que enumeras sino a muchas más cosas, como ya he medio anunciado en mis anteriores intervenciones. Sería todo eso y mucho más.

enero 13, 2014 a las 1:24 pm por Agustín Barahona
Categoría: Musicología