Si la frase de la imagen me la hubiera dicho Pasteur en una conversación entre amigos –y sólo en ese contexto– le hubiera respondido de inmediato y con absoluta seriedad:
«Oh, sí, mi querido amigo Louis, tienes razón. Por eso en el frontispicio del antiguo templo de Apolo de Delfos, según decía Pausanias, cerca del gnoothi seautón («conócete a ti mismo») estaba escrito en piedra meedén ágan («nada en exceso»), ambos aforismos que, como sabes, fueron después tomados por los sabios y filósofos grecolatinos como máximas fundamentales para la vida misma y que tras miles de años han llegado intactos y eficaces hasta nosotros.
Es precisamente por eso que se dice que «Nada en exceso», porque la locura de los excesos acaba por nublar la justicia, la lógica y la razón y te lleva indefectiblemente a lo ilógico, injusto e irracional.»
Es decir, no existe forma racional posible de poder afirmar, sin posibilidad de que te lo nieguen racionalmente, que lo que decía Pasteur fuera correcto. Incluso asumiéndole sus propias palabras y juzgándolas bajo el propio concepto de lo que es la justa ciencia, que no requiere ni de más ni de menos ciencia para poder ser justa.
[Agustín Barahona]
«La pertinencia para decir la verdad así como el savoir faire necesario para decirla son esenciales en sociedad, qué duda cabe. Sin embargo, el problema es que es muy difícil dominar ese arte porque la experiencia muestra que los receptores son tan variados como personas tiene el mundo y, a la vez, no hay muchos universales que puedan deducirse cuyo dominio ofrezca garantías de no hacer daño o no ofender, toda vez que el daño y la ofensa la mayoría de las veces descansan más en el modo en que el sujeto percibe y comprende personalmente la información que en el modo en que el informador la emite, por cuidadoso que sea. Es un verdadero problema que hay que tener siempre en cuenta hasta donde podamos y que, sin embargo, no garantiza jamás éxito alguno.» [Agustín Barahaona]
«Todos sabemos que «Ubi nulla libertas nulla veritas» –donde no hay libertad no hay verdad–, lo cual hace imposible probar que nadie en la antigüedad –o actualmente en los países teocráticos– haya sido religioso de verdad más allá de las necesarias inteligentes apariencias para no ser deportado, encarcelado, torturado o asesinado o las mismas delicatessen aplicadas a su familia directa.»
[Agustín Barahona]
Véase también ¿Todos los científicos fueron libremente religiosos en el pasado?