I am afraid that there is a bunch of not-so-good people out there wanting to control the world in a very different way than simple good will. Despite they are not many, they usually make a lot of noise and damage. If good people can not organize themselves to work like a huge and omnipresent being it is actually very difficult to change the world into the peaceful paradise we all imagine as a possible future. Maybe those wise words from Gandhi could house the global solution: «change yourself into your desired future for the world». If, right now, we all could change our mind and our behaviour into our desired future… as soon as we wake up tomorrow the world, the whole world, would be another world, unavoidably. We would have finally embodied our everlasting, perfect and beautiful universal chord. Will we be able? [Agustín Barahona]
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Me temo que hay un puñado de gente no tan buena por ahí queriendo controlar el mundo de un modo muy diferente a la simple buena voluntad. A pesar de que no son muchos, generalmente hacen un montón de ruido y daño. Si la buena gente no se puede organizar para funcionar como un enorme y omnipresente ser es en realidad muy difícil convertir el mundo en el paraíso pacífico que todos imaginamos como un posible futuro. Quizá aquellas sabias palabras de Gandhi pudieran albergar la solución global: «conviértete en el futuro que deseas para el mundo». Si ahora mismo todos pudiéramos convertir nuestra mente y comportamiento en nuestro futuro deseado… tan pronto como nos despertáramos mañana el mundo, el mundo completo, sería otro mundo, inevitablemente. Habríamos encarnado finalmente nuestro acorde universal eterno, perfecto y hermoso. ¿Seremos capaces? [Agustín Barahona]
Acabo de ver en la página de FaceBook para «notación musical» –a su vez tomada de la Wikipedia– una afirmación errónea y procedo a corregirla aquí para quien pudiera serle de alguna utilidad:
«Los sistemas de notación musical existen desde hace miles de años. Se encontraron pruebas arqueológicas de escritura musical practicada en Egipto y Mesopotamia hacia el III milenio a. C.»
Primero una aclaración y es que, en todo caso, lo referido al III milenio a.C. se refiere exclusivamente a las tablillas de arcilla de Mesopotamia. Después, la corrección necesaria es respecto a Egipto, pues las pruebas arqueológicas aludidas no son de notación musical autóctona egipcia –ni tabular ni diastemática ni de ningún otro tipo– sino de notación alfabética griega encontrada en el periodo histórico donde los griegos reinaban en Egipto, por lo que ya no hablamos del Egipto Faraónico sino de las históricas sucursales culturales griegas en este país, por así decirlo.
No se ha descubierto jamás, hasta la fecha en que esto escribo, ningún sistema de notación musical propio del Egipto Antiguo y el día en que se descubra será publicado convenientemente por todos los especialistas verdaderos en este tema en las publicaciones científicas pertinentes y será un descubrimiento que dará la vuelta al mundo, precisamente por la carencia tan grande que tenemos de él hasta ahora. Por ello es imposible saber cómo era realmente la música de aquella civilización en lo tocante a «lo que suena» y todo lo que anda grabado populistamente en esos mundos de Dios es simplemente pura evocación inventada.
«Creo que en todas las disciplinas organizadas científicamente deberían reservarse los nombres más y mejor descriptivos de un modo unívoco. Dejando de lado los atropellos que la LOGSE ha hecho a este respecto en las enseñanzas de régimen general –merecen un vasto capítulo aparte–, creo que en las definiciones y nomenclaturas de terminología musical debería seguirse la necesaria costumbre de una denominación adecuada y ser muy críticos también, incluso cuando exista una tradición, con los términos que obviamente no se ajustan a sus contenidos. Es el caso del término «secuencia» usado para referir las «progresiones armónicas» –no en la otra acepción musical vinculada habitualmente al ámbito religioso–, puesto que una secuencia –del latín sequ?re, seguir– sólo refiere un conjunto de elementos cuyo único contenido semántico es que se siguen unos a otros, y aunque se presupone un cierto orden en ella el término no habla de la relación entre las unidades que la integran ni de cómo ésta se produce. Sin embargo, el término «progresión» se ajusta perfectamente a las necesidades de la terminología descriptiva de la armonía, porque describe un procedimiento en el que progresa un elemento inicial en función de una razón que modifica en cada paso sucesivo el contenido inicial. Así pues, entiendo que es sólo el término «progresión» el que debería seguir siendo utilizado en armonía para referir alquellas estructuras en donde a partir de un determinado modelo y aplicando a éste determinadas modificaciones conforme a un patrón se van obteniendo diversos estadios en progreso hasta un desenlace o un abandono del recurso.» [Agustin Barahona]