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Tonalidad y atonalidad: polos de una eficiencia comunicativa graduada - marzo 10, 2014 por Agustín Barahona

«En Música, tonalidad y atonalidad son situaciones graduales de orden estructurado que, por lo tanto, pueden ir desde la más absoluta y extrema tonalidad hasta la más absoluta y extrema atonalidad, del mismo modo en que puede procederse gradualmente desde el más riguroso orden y jerarquía funcional al más extremo, desestructurado y distrópico caos. Ambas representan los extremos de la eficacia presente o ausente de la comuncación musical, ya que para que la combinatoria significante y distintiva en cualquier proceso semiótico sea eficiente ha de estar basada necesariamente en un conjunto discreto y finito de signos cuyas relaciones sean predecibles por emisor y receptor, siendo precisamente esto en lo que consiste la economía y productividad lingüísticas en toda comunicación articulada, mecanismos naturales que sólo los necios, los ignorantes o los farsantes pretenden negar o desvirtuar.» [Agustín Barahona]

Combinar ruidos puede hacerlo cualquiera, pero crear belleza emocionante sólo un verdadero compositor - marzo 3, 2014 por Agustín Barahona

«Es fácil ver qué efectos de sonido han hecho los técnicos en las bandas sonoras tradicionales de cine de terror para combinarlo todo en las producciones sonoras que se presentan falsamente en los teatros y salas de conciertos como música [!] culta y hacer creer a los espectadores que están ante una nueva y original producción. Ruido sabemos hacer todos, incluso los no profesionales, y cuanto más caótico e ininteligible menos puede distinguirse la presencia de copias y mezclas de antecesores. Sin embargo, esto mismo es irrealizable en la música culta de verdad, la inteligible y emocionante música clásica moderna, sin que su público lo detecte claramente, pues cuanto más identificable y compartido con el destinatario es el lenguaje con que se transmite una obra de arte y cuanto más claro es el mensaje transmitido más identificables son las obras y todos sus fragmentos, por lo que es imposible que la verdadera música clásica moderna pueda prestarse a la farsa y a la copia como sí se prestan las producciones sonoras de efectos de sonido caóticas, nuclearmente ruidistas o extremadamente atonales antes referidas.» [Agustín Barahona]

El que hoy se catalogue separadamente música y arte se debe a… - marzo 1, 2014 por Agustín Barahona

«Me temo que el que hoy en muchos sitios se piense en arte y música como categorías distintas se debe o bien a que la gente no sabe que la Música de verdad es arte o bien a que la gente está llamando arte y música a cosas que no lo son. Ambas posibilidades serían debidas a dos causas:

Por una parte, al constante y ya antiguo esfuerzo político manipulador para hacer creer que las producciones sonoras de aspecto caótico y extremadamente atonales que se presentan en las salas de conciertos subvencionadas con dinero público son la música clásica del presente, que debe poder gustarse expresamente para poder tener derecho a declararse intelectual moderno –falsedad obvia, pues la inmensa mayoría de los músicos profesionales y gente culta abominan de esas farsas y la verdadera música clásica que seduce de inmediato los corazones ha seguido y sigue existiendo, sin necesidad alguna de subvenciones–.

Y, por otra parte y simultáneamente, al fomento cada vez mayor de las simples producciones sonoras populares comerciales de base rítmica –que funcionan a nivel neuronal de un modo similar a las drogas– junto con el cultivo de la idea de que éstas son realmente ‘la música’, en su sentido genérico, haciendo ver que lo otro, lo que se presenta en las salas de conciertos, es otra cosa, al asociar en el imaginario popular las salas de conciertos con las producciones sonoras de aspecto caótico e incomprensible, generando el lógico y consiguiente rechazo y dejando a la gente indecisa o desinformada presta para caer paulatinamente en el consumo de ese tipo de productos de mercado.

La situación creada para la manipulación nunca ha sido más fácil y con menos resistencia. De este modo se hace dirigir al público hacia dos vías con un sólo futuro cada vez más demencial, deshumanizado y fácil y mansamente gobernable» [Agustín Barahona]

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