
«Un país –la gente en general– sólo funciona bien sin irracionalidades, porque éstas impiden comprender cómo funciona el mundo de verdad. Mientras haya gente «hechizada» por cosas falsas habrá que deshechizarla si se quiere un país unido, un mundo unido. Y no hay que abandonar ni un sólo segundo el ejercicio de la justicia o la injusticia campará por sus fueros. La ignorancia de ésta no exime de su cumplimiento. Una justicia con excepciones no es justicia. Así pues, la solución siempre ha sido, es y será: Educación, Educación, Educación.
Educación no es buenos modales: eso es urbanidad. Educación es dotar a la gente de herramientas para que puedan tener los medios adecuados para conocer el mundo por sí mismos, para que puedan discernir, para que puedan actuar correctamente y para que puedan ser críticos. No es, ni jamás ha sido, enseñar qué pensar, sino enseñar a pensar.» [Agustín Barahona]

«Lamentablemente, la frase de Allen asume, quizá con demasiado optimismo, que el público que juzga el fingimiento es inteligente. Sin embargo, ante un público imbécil no podría notarse diferencia alguna, pues allí *un imbécil sí que podría fingir ser inteligente*. De hecho esta situación es muchísimo más habitual que la que plantea Allen.
Así que la frase correcta, tal como al menos yo siempre la he enunciado, es:
«La ventaja de ser inteligente es que se puede fingir ser imbécil mientras que al revés es imposible… siempre que el público sea inteligente» (conditio sine qua non) 😉
Un abrazo» [Agustín Barahona]
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