
A ver si comenzamos a darnos cuenta de cómo está montada la máquina del engaño contínuo, señores.
En Facebook se han ido implementando más y más divertidas distracciones, como es el caso de otro tipo de iconos más allá de los «me gusta» y el posterior «dedo abajo» que sólo había al principio, ***con el fin de que la gente sienta que ya ha realizado todo acto posible en relación a lo que ve, ese acto que viene a ser convertido inconscientemente en sólo un simple y fácil gesto de pulsar un botón de un icono simpático o animado***.
Sin embargo no nos damos cuenta de que la verdadera importancia de una idea se mide por su grado de compartición y difusión, no por los «me gusta». ¿No os dáis cuenta del engaño, de la manipulación? Si te gusta de verdad algo porque lo consideras bueno ***lo mejor que se puede hacer con ese algo es compartirlo con los demás***, no dejarlo quieto ahí para que nadie lo vea, eso sí con un montón de iconitos pegados como si fuera un árbol de navidad en un rincón que aunque tenga luces nadie ve, más que los dueños de la casa.

Así pues, olvidaos del engaño de los «me gusta» para tranquilizar la conciencia. Sólo compartid y seréis eficaces para con las ideas que os parecen adecuadas.
De hecho, si nos gusta verdaderamente algo lo lógico sería compartirlo de inmediato. Ésa es la mejor prueba de que nos gusta. Poner un «me gusta» y no compartir lo gustado resulta cínico y parece que la persona que lo hace se ha acomodado demasiado a la falsedad de la sociedad en que vivimos, lo que no es nada sano.
Compartiendo cosas buenas contribuímos a crear un mundo mejor del que beneficiarnos. Poniendo iconitos y no compartiendo la idea sólo contribuímos a que nadie más conozca esa idea y a que el mundo se pierda la oportunidad de mejorar con nuestra ayuda.
Somos más importantes de lo que nos quieren hacer creer.» [Agustin Barahona]


«Efectivamente, sólo podemos pedir cortesía para nuestros errores cuando la ofrecemos a quienes corrigen los nuestros.
Pensadlo despacio, porque no es un recíproco directo sino oblicuo.
Lo que quiere decir es que no es cuando nosotros somos corteses con los errores de otros cuando podemos pedir cortesía para con los nuestros –si fuera así el mundo acabaría en un caos de cortesías erráticas y erradas de horrorosos errores– sino que esa cortesía sólo ha de ser recíproca con nuestra capacidad de aceptar honestamente ser corregidos de buen grado, sin hacer dramas, porque tengamos la convicción sapiencial de que es la situación idónea para que todos podamos seguir aprendiendo y mejorando el mundo.
Es más, generalmente las personas que muestran abiertamente ser capaces de aceptar las correcciones que otros les hacen son personas a las que esas correcciones nunca se les hacen con agravio o enfado sino con la convicción de estar realizando una buena labor caritativa y educativa a alguien que reconoce dicha labor.
Y así el mundo podrá seguir evolucionando de un modo inteligente.
Quienes dicen que hay que ser indulgentes con los errores ajenos para que el prójimo sea indulgente con los nuestros sólo están proponiendo sin darse cuenta una absurda canallada que empeora el mundo.» [Agustín Barahona]
Las escuelas deben de estar libres de niños discapacitados, porque lo ideal es tener un niño bien y en buenas condiciones cognitivas, comento la titular de la SEP,

ME NIEGO A CREER QUE UN SER HUMANO DE VERDAD PUEDA DECIR LO QUE DICEN QUE ALAMILLA DIJO
«Antes que nada, debo aclarar para quien no lo sepa que actualmente se puede evitar tecnológicamente que exista un ser humano discapacitado aún no en todas las posibles discapacidades pero sí ya en muchísimas. Lo que sucede es que es muy caro, pero poderse se puede. Insisto, no es un problema de capacidad, sino sólo de dinero y planificación en Salud, o sea, político. De hecho la mayoría de las discapacidades no son de origen genético sino debidas a complicaciones en el proceso prenatal o en el del parto. Hay que conocer también cuál es el contexto mejicano para poder entender por qué dice lo que dice –si consiguiéramos verlo completo alguna vez–, porque según tengo entendido, en Méjico los partos suelen atenderlos estudiantes de pre-grado y sin pediatra presente, al que sólo llaman si hay complicaciones, es decir, cuando ya suele ser demasiado tarde –por ejemplo, tras hipoxias cerebrales–. Y no puedo saber si es a esto a lo que se refería la Sra Alamilla porque no aparece ningún texto completo de esta señora en la red que muestre el contexto o la totalidad de sus palabras. De hecho, no he encontrado ningún vídeo en donde la Sra Alamilla diga exactamente las palabras que se le atribuyen, lo cual me parece ya muy grave.
Explicado esto, en cuanto al artículo, es también cierto que para que un grupo de estudiantes pueda «progresar adecuadamente», como dice en nuestros días la palabrería sociopolítica educacional, necesita un entorno «hecho a medida», como de hecho se vino haciendo en la educación hasta que llegó la industrialización. Discriminar lo verdadero de lo falso pues, como estaría haciendo esta persona, no sería un problema. El problema es lo que hay detrás. De hecho, siguiendo la misma fundamentación a la que me remito, un grupo homogéneo de discapacitados en algo aprenden mejor y más rápido si las clases están adaptadas a su discapacidad, porque la mezcla en los primeros pasos con personas no discapacitadas enlentece la atención personalizada que todo estudiante tiene que tener. Ahora bien, llegado el momento en que la preparación cultural, técnica y científica se ha cubierto en los límites de formación básica hay que integrar educacionalmente –socialmente ya deben estarlo– a las personas discapacitadas en entornos sociales de educación que les permitan poder aprender a realizar esa integración diaria hasta que su discapacidad no sea realmente un problema ni para ellos ni para el trabajo que realicen. Eso es lo ideal y es lo que es perfectamente alcanzable con un poco de humanidad, paciencia, inteligencia y tesón.
El problema real del artículo es el modo paleto y absurdo en el que presuntamente se expresa la entrevistada. Tanto que me diera la impresión de que se tratara de una manipulación de lo que realmente dijo porque a alguien no le gustó algo de lo que ella explicó y en lugar de preguntarle se enfadaron personalmente y decidieron vengarse a través del artículo. O por cualquier otro motivo ajeno al verdadero tema, pues parece que los antiabortistas creen que esta persona promueve el aborto y de ese modo creen que pueden combatirla. No es la primera ni la última vez que este tipo de aberraciones de malos profesionales del periodismo ocurren. Tiendo pues a pensar que la explicación real pueda ser lo que acabo de decir; por una parte, porque a mi mismo me lo han hecho varias veces, y por otra parte, porque se me hace muy difícil creer que hubiera persona alguna, por tonta o altiva que fuera, que dijese realmente eso ante los medios de comunicación ni siquiera aunque lo pensara de verdad, que ya sería difícil de creer. Y menos en América, donde estas cuestiones se vigilan al milímetro y se educan desde la más tierna infancia.
En mi caso, hace ya muchos años que escribí una carta a la asociación profesional de periodismo en España pidiéndoles que «a cada entrevista publicada añadiesen siempre el audio y vídeo ***completo*** de la misma, SIN CORTES», para evitar las demandas y acusaciones falsas que pudieran hacerles y para garantizar que los profesionales lo son de verdad sin manipular un milímetro la realidad. ***Completo***, digo. Pero ni me contestaron. Ése es el problema de fondo, la falta de veracidad y credibilidad mundial que progresivamente van teniendo los medios de prensa, donde, amparados en las propias leyes locales e internacionales que los protegen, lo que hacen no es prensa sino política de baja estofa muchas veces, porque parece que «todo vale». Mientras la situación no sea la justa, yo prefiero pensar que la entrevista se ha manipulado, hasta que no oiga a esa persona decir de su propia voz lo que el artículo dice que dice, para lo cual se necesita la totalidad del discurso.
Lo siento, pero no puedo ya dar mucha fiabilidad a las «cosas extra-ordinarias» que aparecen si quien las publica nos pide fe en que son así en lugar de demostrarnos que son así, como es su obligación deontológica.
Por cierto, a esta persona, Marisol Alamilla Betancourt, ya ex-secretaria de educación y cultura quintanarroense, la destituyeron por la polémica generada en torno a toda esa información de prensa, así que sus detractores pueden dar por bien empleadas sus artimañas mediáticas. Si en una pequeña investigación os fijáis, sólo se publicaban las cartas de repulsa contra sus presuntas palabras, pero en ningún lugar he encontrado publicadas las supuestamente dichas palabras al completo y ni siquiera he visto publicado escrito alguno donde esta persona dijera lo que dicen que dijo. Si yo digo, por ejemplo:
«tenemos ya los medios para impedir que existan niños discapacitados –o bien desde el embarazo o bien por accidente una vez nacidos– y estamos trabajando en la posibilidad de extender esta tecnología al sistema de salud de nuestro país, por lo tanto vamos a conseguir que no haya niños discapacitados porque su existencia lastra a la humanidad y nos impide poder mejorar en tantas cosas como podríamos ya mejorar»
y alguien sólo publica la última parte
«vamos a conseguir que no nazcan niños discapacitados porque su existencia lastra a la humanidad y nos impide poder mejorar en tantas cosas como podríamos ya mejorar»
habrá distorsionado y manipulado por completo el significado de mis palabras y discurso, que nunca debiera ser segmentable en una prensa honesta. Y habría conseguido su objetivo de que yo parezca un monstruo legalmente, porque es verdad que ese fragmento de mi discurso lo dije yo. Es sólo un ejemplo de los cientos que se me ocurren para poder explicar las frases cortadas extraídas fuera de contexto que se han movido de lo dicho por esta persona. Hay periodistas hiper expertos en este tipo de manipulaciones y cualquiera que haya trabajado alguna vez cerca del medio lo sabe de sobra.
En resumen, personalmente pospongo cualquier juicio sobre lo que ha dicho Alamilla hasta que con mis propios ojos y oídos pueda constatar que lo ha dicho. Y creo que todos deberíamos hacer lo mismo con cualquier caso extraordinario que los medios de comunicación nos presenten, dado el contexto y por pura prudencia de quienes sólo buscan la verdad. Y si fuera cierta la insensibilidad que parece tener Alamilla sería el primero en condenarla. Pero, honestamente, en estas extrañas condiciones, ya no puedo. No creo, además, que la metodología de la prensa deba ser pedir fe a sus lectores pudiendo demostrar con facilidad en nuestros días que lo que se dice es cierto». [Agustín Barahona]
Lo que realmente dice la Sra Alamilla es: