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¿Cómo acabar con un bulo de internet? - enero 31, 2017 por Agustín Barahona

«Tras leer el texto que os aporto más abajo uno no puede dejar de preguntarse:

1.- ¿Por qué los extranjeros tienen en nuestro país más derechos que los propios ciudadanos españoles en lo denunciado en el texto de más abajo?

2.- ¿Qué sentido o utilidad tiene esta extrañísima situación?

3.- Y si no tiene ninguno, ¿Por qué no lo cambiamos restaurando la sensatez?

(Después continúo) Éste es el texto que encontré repetido numerosas veces desde 2012 y nunca probadamente desmentido, como otros muchos, lo cual llama la atención:

«Trabajo en una Oficina de Empleo y puedo aseguraros que por derecho todos tenemos las mismas posibilidades de recibir ayudas públicas…………pero en la práctica os aseguro que NO ES ASÍ. Mi trabajo consiste entre otras en conceder subsidios de desempleo (….distinto al conocido por todos como «paro», es el subsidio que se concede a los parados que han agotado el subsidio de paro y no tienen mas ingresos familiares y con personas a su cargo, o a los de mas de 52 años etc …) y para este subsidio un inmigrante tiene muchas más papeletas de recibir estas ayudas que cualquier ciudadano español.

Puedo aseguraros -porque lo veo y lo hago diariamente- que muchos días salgo «enfermo» de la oficina viendo a qué y sobre todo a quiénes se destinan las ayudas públicas que salen del esfuerzo de quienes trabajan. Viendo como muchos inmigrantes tienen más dinero disponible sin HACER ABSOLUTAMENTE NADA que muchos de los que nos levantamos a las 6 de la madrugada para trabajar. Podría tirarme HORAS contándoos todo ésto y acabarías indignados y asqueados de ser españoles…….y no por ser españoles, sino por saber cuáles son las preferencias de nuestros políticos a la hora de emplear el dinero de todos.

Los marroquíes por ejemplo es un colectivo muy bien informado, mil veces más que todos vosotros juntos y «explotan» hasta el límite de lo imaginable todas las ayudas estatales, autonómicas y locales.
Va un aperitivo: sabéis que un marroquí con sólo trabajar 6 meses ya puede traer en la práctica a toda su familia a España y vivir DE POR VIDA de las ayudas públicas…..si si, hasta que se muera. No es una exageración ES REAL…….DE POR VIDA. Saben exactamente los días que tienen que trabajar o «simular trabajo» para encadenar ayudas en la práctica perpetuas para vivir a cuerpo de rey en España o en Marruecos donde la vida es como sabéis mucho más barata.. Lo veo a diario. Es posible, ellos lo saben y sencillamente lo están explotando hasta el límite de dejar nuestro estado de bienestar al borde de la quiebra. ….y lo digo yo que soy uno de los pobres a los que las leyes españolas obligan con horror a otorgar esas ayudas.

Muchas y muchos de ellos no trabajan ni trabajarán en su vida, crean empresas ficticias que simulan trabajos que no existen para cotizar 6 o 12 meses para renovar el permiso de residencia, agrupar a sus familias en algunos casos y por supuesto encadenar subsidios hasta de 4 años.

En fin, ya iré contando. Cobran todo y por todos. Hasta la mora de 50 años que no sabe ni leer ni escribir, ni español ni nada de nada. En cuanto pisa una vez España, se apunta al paro, Se marcha a Marruecos, vuelve al año, pide una RAI como parada de larga duración y ya tiene 5000 euros en su bolsillo. ASÍ DE FÁCIL.

Las prestaciones y subsidios por desempleo son ayudas económicas para atender a todos aquellos que habiendo perdido un trabajo y queriendo trabajar no pueden hacerlo y además tienen cargas familiares. La cuestión es que los marroquíes y muchos sudamericanos no quieren trabajar, han hecho de estas ayudas públicas su objetivo principal en la vida para él y su familia. Llegan a España para vivir de nuestro trabajo, no del suyo. Y lo más indecente es que la mayoría lo disfruta tranquilamente en Marruecos.

Precisamente esta gente cobra tantos subsidios porque se los damos para mantener su familia en Marruecos. El otro día por ejemplo denegué a una mujer española un subsidio. Tenía 5 hijos. Entre el marido y dos hijos pasaban del límite de rentas por un pelo. A un marroquí jamás se lo denegaría…..¿por qué?, muy sencillo, a esta mujer española le puedo ver sus rentas, las de sus hijos, sus sueldos, vida laboral, si han vendido un piso, si tiene algún tipo de pensión, si tiene ingresos de la finquita del pueblo etc, etc, etc. Lo puedo hacer desde mi asiento, sin moverme, conectándome con las bases de datos de la Seguridad Social y de Hacienda.

A un marroquí no, yo no puedo saber que cojones hacen, ni si cobran algun sueldo en Marruecos toda su familia, ni si están divorciados, ni si sus hijos son sus hijos, ni si tienen 20 empresas, ni si acaban de vender 4 pisos…..NADA, ABSOLUTAMENTE NADA. Y como no puedo verle ni saber de él nada de nada pues voy y le doy el subsidio. Simple y llano, transparente.

España es el país más garantista del planeta para cualquiera que venga de fuera.

Va el ejemplo de hoy. Al estado español le cuesta más de 10.000 euros cada boda de un marroquí. Cómo? Muy sencillo, cuando a un joven marroquí se le acaba el paro y viene a por el subsidio le preguntas: ¿Estás casado? No ¿Tienes hijos? No. Pues no tienes derecho al subsidio porque no «mantienes» a nadie. A la semana siguiente aparece con un papel en árabe traducido al castellano que dice que un «cura» marroquí le ha casado hace 3 días. …..y ¿qué hacemos nosotros?. Pues le hacemos ! el mejor regalo de bodas!: vacaciones pagados de 2 a 3 años en su país viviendo a cuerpo de rey. Porque como os podéis imaginar el coste de la vida allí no es ni la mitad que aquí. Lo único que tiene que hacer es renovar la tarjeta de demanda cada 3 meses. Pero no os preocupéis, se lo hemos puesto fácil, pueden hacerlo por internet, ni siquiera tiene que esperar en la cola de la oficina del INEM para su visado. Al «casarse» ya mantiene a una persona, a su mujer, que está en Marruecos y que nunca pisó España. Por eso ya tiene derecho a un subdidio de 2 años de media. Cada boda marroquí nos cuesta a los españoles entre 10.000 y 20.000 euros. Así de fácil. No le déis más vueltas. Es así, ellos lo saben y actuan en consecuencia. Paga la dote al vecino para «estar casado» con su hija (….Y ES LITERAL, LO LEO EN SUS CERTIFICADOS MATRIMONIALES TRADUCIDOS) y ya puede vivir de vuestro trabajo varios años. Se casó para cobrar el subsidio. ! Si os contara!. Al día siguiente llegaríais a casa asustados de la cantidad de gente que se os habría quedado mirando por la calle…..¿y porqué? Porque ibais a quedaros con cara de Gilipollas durante dos semanas. Por eso.

Paco García

Y bien, dicho lo cual, por favor, ¿alguien puede corroborar o desmentir probatoriamente que esto sea así? Si os preguntáis cómo, bastaría con aportar alguna norma del INEM de 2012, año en que parece ser que se divulga el texto, que desmintiera o corroborara lo que su autor dice. Es fácil, ¿verdad?

En cualquier caso para mí el quid de la cuestión es sólo el que se están cometiendo irracionalidades que nos perjudican. Y quienes las cometen ni siquiera se molestan en entrar al debate para intentar disfrazar esas irracionalidades de racionalidades. Son así y hay que aceptarlas porque las impone la administración española, ésa es la cuestión.» [Agustín Barahona]

(P.D.: Agradezco a Ana Benedicto que me ha hecho comprender que esta idea que propongo no debería estar sólo en facebook sino que debería llegar a mucha más gente.)

Un enlace al debate producido en facebook.

Un enlace que contiene algunas de mis ideas sobre xenofobia y racismo, lacras de la sociedad.

¿Populismo o charlatanismo? - enero 29, 2017 por Agustín Barahona

charlatan_csw Agustín Barahona«Si el populismo es la tendencia política que pretende atraer hacia sí a las clases populares y éstas son tradicional y básicamente los trabajadores fundamentales y las personas más desfavorecidas, aquellas que, por así decirlo, representan la suela del zapato sobre la que la sociedad se apoya y camina, entonces el Partido Popular y sus alter ego y adláteres no deberían dispararse tiros en los pies hablando mal del populismo, así como atribuyendo su presencia donde no hay prueba alguna de que lo haya o, al menos, de que pueda detectado con facilidad, porque, en el mejor de los casos, ese populismo es exactamente lo que ellos aspiran a hacer creer que pretenden conseguir. Todo esto sólo a no ser que pretendan convencernos que que su partido es, como su denominación fundacional declara, «el partido del pueblo», el partido de esas «clases populares». Aunque en honor a la verdad, para ser coherentes de un modo definitoriamente correcto deberían, en pocas palabras y en todos los sentidos, llamarse partido impopular.

Es fascinante lo que, en contraste con su propia realidad y al ser contrapuestos con ella, revelan siempre los nombres que son mal usadosNo es lo mismo ser un populista, acepción sin ninguna connotación peyorativa en sí misma, que ser un redomado charlatán. No es lo mismo intentar extender la información y formación acerca de una realidad del modo más eficaz al mayor número posible de personas del pueblo que vender crecepelos o tónicos milagrosos en feria sin siquiera explicar cómo funcionarían presuntamente. Y como siempre hubo grados, para que se hagan una idea de las ironías del tiempo, en la antigua Grecia podía considerarse que los sofistas eran vistos como unos charlatanes en contraste con los filósofos –sobre todo los platónicos–, así que imagínense la caída de nivel de concepto que ha tenido la propia cultura que sustenta los conceptos a través de términos que el tiempo readapta. En la antigua Grecia cualquiera de los políticos charlatanes de nuestro tiempo sólo les habrían hecho (son)reir como quien ve el truco de un mal prestidigitador desde el principio o como si la pretensión fuera la de directamente hacer comedia fingiendo ser un político que no lo es.

El foco de esta cuestión que intento traerles a reflexión, pues, reside y residirá siempre en si la gente a la que se dirigen tanto los populismos como los charlatanismos tiene la formación adecuada para distinguirlos, pues es ahí y no en ninguna otra parte donde reside el peligro. Y por ello, volvemos de nuevo al único y eterno mecanismo redentor real de la sociedad y de su futuro: Educación, Educación y Educación.» [Agustín Barahona]

¿CUÁL PUEDE ENTENDERSE QUE ES ACTUALMENTE EL ‘PROBLEMA’ REAL DE LA MECÁNICA CUÁNTICA? - enero 19, 2017 por Agustín Barahona

Por motivos profesionales de investigación musicológica sistemática que no vienen al caso, después de haber estudiado mucho tiempo mecánica cuántica –la mecánica de lo extremadamente pequeño, lo atómico y subatómico– hasta donde mis limitaciones me permitían (partía de la física cuántica estudiada en el bachiller, actualizada con los nuevos conocimientos que al respecto habían ido desarrollándose tras aquellos dados), limitaciones éstas que fueron a su vez desapareciendo hasta cierto punto en la medida que profundizaba más y más para poder comprender lo que había realmente tras esos cálculos, como le habrá pasado a cualquier persona eminentemente racional que la haya enfrentado, he llegado a la siguiente conclusión provisional de qué es lo que le sucede y, consecuentemente, cuál es, a grandes pero fundamentales rasgos, el problema real conceptual que tiene en nuestros días la mecánica cuántica para su posible desarrollo, entendiéndose que esto que escribiré es sólo la conceptualización a la que ha podido llegar alguien que no es físico profesional a partir de los medios de educación cualitativos que la propia ciencia pone a nuestra disposición en nuestros días y, por lo tanto, la conclusión a la que cualquier persona con los mismos conocimientos y posibilidades podría llegar. Nada más.

Históricamente quienes desde el principio han trabajado profesionalmente en la mecánica cuántica pueden dividirse entre, por una parte, quienes querían aprender a manejar rápidamente el descubrimiento de todo un campo –nunca antes siquiera atisbado en la historia de la humanidad– para generar un aprovechamiento inmediato que pudiera ser utilizado para aplicaciones en la tecnología contemporánea y, por otra parte, quienes además de eso querían comprender la naturaleza real de aquella fenomenología aparentemente tan contraintuitiva como los experimentos mostraban. De haberme dedicado profesionalmente a la física no me cabe duda de que me habría incluído en este segundo grupo, porque siempre he entendido que eso es realmente lo que es hacer ciencia, y no lo primero. Es por eso que lo poco que he aprendido en cualquier ámbito he intentado siempre aprenderlo profundamente. Científicamente.

Describir las cosas y los fenómenos es sólo una parte inicial de la actividad científica sin la cual no podríamos explicarlos, explicación que sería siempre el verdadero objetivo científico final para poder continuar desarrollando nuestro conocimiento del universo. Si todos los intentos científicos anteriores en la historia se hubieran quedado sólo en la parte de la descripción sin llegar jamás a la explicación no habríamos podido seguir desarrollando nuestros conocimientos científicos porque no habrían sido tales y nos habríamos quedado apenas en ser buenos descriptores, y quizá por ello mejores utilizadores, de las regularidades de los fenómenos naturales, lo que quizá podría habernos reportado ocasionalmente algunos beneficios tecnológicos paralelos, pero poco más. Todo esto dentro de las cavernas, por supuesto 😉 porque tendríamos un gran control predictivo de cómo funcionan, por ejemplo, los rayos y dónde y cómo caen, pero seguiríamos creyendo que quien los arroja es Zeus o equivalentes 😉

Quizá con ésta anterior y con la siguiente analogía que voy a poner se entienda bien cuál es la dificultad real por la que atraviesta en estos momentos la mecánica cuántica en tanto que un aspecto de la ciencia moderna.

Supongamos el caso hipotético de que alguien quiere usar un software de secuenciación de sonidos para probarlo y ver si lo compra, pero no dispone de instrucciones para ello. O sea, no sólo no dispone del código fuente para estudiarlo, sino que tampoco dispone ni de un manual exhaustivo del funcionamiento y bondades del software ni tampoco de una referencia rápida para poder manejarlo. En esas indigentes circunstancias no le queda otra solución que hacer correr el programa en el ordenador e intentar investigar el software desde fuera, haciendo una descripción exhaustiva de lo que se puede conseguir con cada combinación de teclas posible que sabe que pueden equivaler a significados o acciones individuales por parte del programador dentro de su sistema operativo. Tendrá que testar, mediante ensayo y error, cada una de esas combinaciones de teclas y ver cómo reacciona el programa, anotando cada correlación, una por una, en una lista que posteriormente le sirva para poder utilizar el programa. Cuando esté seguro de que no le quedan combinaciones por descubrir y describir podrá estar también razonablemente seguro de que dispone de todos los medios que aparentemente el programador puso bajo su poder con el fin de que pudiera hacer aquello para lo que el programa, en este caso, estaba destinado: la secuenciación multipista de sonidos a través de diferentes entradas posibles para que ésta dé luego órdenes a aparatos sonoros.

Con el tiempo podrá llegar a tener una buena pericia del manejo de la parte descubierta y quizá, si tiene suerte, podrá también descubrir alguna que otra posibilidad no tan evidente de combinación de teclas que el programador utilizó, o incluso hacer conjeturas, a partir de las regularidades del método aparentemente usado por el programador, de cómo podrían usarse atajos o comandos combinados u otros dispositivos conceptuales para realizar tareas más complejas o hacer tareas conocidas de un modo más fácil. Sin embargo, si un colega que ve el resultado de los trabajos de secuenciación del primero le pidiese a éste que escribiera un libro sobre los fundamentos de la programación de secuenciadores a partir de ese programa, de modo que así otras personas pudieran comprender cómo fué hecho y desarrollar el mundo de los secuenciadores de modos más personalizados o incluso más universales que ése, el individuo se encontraría con un problema insoluble, pues él no es un conocedor real de cómo funciona el programa ni por qué: él sólo es un utilizador experimentado de ese programa. Si de él dependiese el desarrollo de ese conocimiento estaríamos todos en muy mala situación para poder hacer un avance real y nos quedaríamos atascados en ese estado de consecución descriptivo-funcional por décadas, quizá por siglos.

Sucede parecido en la ciencia –solo que en ésta no tenemos, como en el ejemplo del secuenciador, una finalidad especial para la naturaleza y sus partes que nos guíe utilitariamente ni, hasta el momento, evidencia alguna de ningún programador, aunque sí podemos ver y comprobar que la naturaleza se autorregula inevitablemente por sus propias características inherentes–, aquellas cosas cuya investigación se detiene justo en la fase de descripción sin poder concluír con la fase de explicación quedan congeladas en el tiempo en su posible avance, una vez aprendidos a usar todos los botones del dispositivo científico. Una cosa es ser un científico y otra muy distinta un manejador de ciencia, como distinto es ser un desarrollador de automóviles que aprender a ser conductor de los mismos. Cuando el científico no cumple con su función está dejando de ser un científico en cierta medida, y además, en tanto pueda llegar a no permitir, voluntaria o involuntariamente, sucesivos desarrollos de la verdadera investigación científica que pretende explicar la naturaleza de las cosas se estaría convirtiendo en un verdadero cancerbero del statu quo impidiendo que éste y la ciencia pudieran avanzar.

Y éste mismo es en gran medida el panorama actual de la mecánica cuántica en la ciencia. Voy a simplificar muchísimo la historia para no alargar en demasía la reflexión, que ya es algo larga, y sólo mencionaré los rasgos más relevantes a estos efectos.

La escuela que prosperó en primer lugar fue la así llamada Escuela de Copenague, representada por el científico danés Niels Bohr, que es la que acuñó la trístemente famosa y malhadada frase que se aplica siempre sobre la mecánica cuántica que dice «¡tú calla y calcula!», es decir, este mundo subatómico es un mundo probabilístico donde el azar, la casualidad, impera, no me importa qué es lo que produce esto mientras yo crea que puedo manejarlo eficientemente al descubrir y establecer regularidades de las que yo pueda sacar provecho. Einstein, sin embargo, estaba confrontado radicalmente contra la interpretación probabilística e indeterminada de la realidad de esta escuela y toda su vida luchó contra estas ideas simplemente instrumentales que, según él lo entendía, habían enfermado a esta parte de la ciencia que ya no se dedicaba a explicar, sino, grosso modo, tan sólo a describir y usar los resultados de las descripciones para medir dichas regularidades.

Einstein –y posteriormente también muchos otros científicos– incluso ridiculizaba las ideas de la escuela de Copenague hablando de las violaciones implicadas del principio de localidad como de acciones fantasmales a distancia –y expresiones parecidas durante toda su vida, como cuando se burlaba diciendo no creo que Dios juegue a los dados ò no creo que la Luna no esté ahí cuando no la miramos— y explicando que si parecían ser así (por ejemplo, que dos partículas quedaran relacionadas y compartieran propiedades directas, complementarias, inversas, etc independientemente de la distancia a la que estuvieran antes de quedar relacionadas y sólo al ser observadas), así como otra cantidad de cosas también parecían comportarse extraña e indeterminadamente, era debido simplemente no a que la naturaleza de repente fuera esencialmente indeterminista sino a que la naturaleza era determinista, como siempre habíamos comprobado y seguíamos comprobando en nuestro mundo directamente observable, solamente que operaba con una serie de variables que aún no habían sido descubiertas –llamadas ahora en la historia de la ciencia «variables ocultas», es decir, no por «ocultadas», sino por aún no determinadas (que entiendo que es como deberían llamarse realmente, para no inducir a error)– y que eran las que explicaban el por qué de esas apariencias pretendidamente locas que la descripción de Copenague sugería. O sea, que si bien las matemáticas mostraban que la mecánica cuántica funcionaba al nivel de esas apariencias no por ello dejaban éstas de serlo –yo digo siempre a mis alumnos que una apariencia o una invención irracional puede ser completamente regular y que, por tanto, se pueden hacer funciones matriciales hasta con uncornios, por lo cual no hay que fiarse y hay que contrastarlo todo con la realidad– y había que comprender en qué consistían realmente dichos espejismos indeterministas, como se había hecho antes siempre en la ciencia. Por lo tanto, estábamos ante una teoría incompleta.

A Einstein le daba la impresión de que parecía como si, por vez primera en la historia de la física, ésta se hubiera rendido a una especie de pensamiento mágico de las apariencias sin intentar hacer el imprescindible esfuerzo por comprender cuál es la realidad que hay detrás, como si la mayoría de sus colegas se comportaran como niños pequeños con un nuevo juguete con el que querían jugar olvidándose de que eran seres adultos. O como si, de repente, después de ver la actuación de un prestidigitador se hubieran dedicado a hacerle cálculos sobre las apariencias de sus fenómenos circenses sólo porque éstas se repiten exactamente igual en cada actuación del prestidigitador, sin preguntarse jamás dónde está el truco aunque se hubiera podido calcular las regularidades invariables que el mago presenta a través de todas las oportunidades en que lo muestra; todo esto sin darse cuenta del peligro que actuar así tiene de acabar realizando análisis injustificados y sesgados de los datos.

Por todo ello, en 1935 Einstein, Podolski y Rosen escribieron un muy famoso e histórico artículo (Einstein, A.; Podolsky, B.; Rosen, N. (1935). «Can Quantum-Mechanical Description of Physical Reality Be Considered Complete?». Physical Review 47: 777-780.) que, mostrando y calificando punto a punto como incompleta la interpretación es decir, «explicación»— preponderante de Copenague de la mecánica cuántica, ponía ésta en entredicho haciendo que hubiera podido ser abandonada durante mucho tiempo si no hubiera sido porque Von Neuman, un matemático muy reverenciado en la época, poco tiempo después publicara un artículo donde supuestamente demostraba que las variables desconocidas necesarias de las que hablaban Einstein y muchos otros eran incompatibes con la física cuántica. Inconcebiblemente nadie comprobó si la demostración de Von Neuman era correcta o no, debido al aura de gran matemático que éste tenía (craso error, eso jamás se hace en ciencia) y la conclusión fué repetida ad nausea como un magister dixit en todos los libros de estudio de la física durante generaciones.

Todo siguió así hasta que, 9 años después de que muriera Einstein –que falleció en 1955–, en 1964, el joven matemático irlandés John Bell postuló las desigualdades que llevan su nombre y que supuestamente agotaban la posibilidad de seguir investigando cuál era la realidad de la naturaleza descrita por la mecánica cuántica. Y digo «supuestamente» porque, contemporáneamente a Bell, y continuamente después, se ha ido mostrando y demostrando que las desigualdades y los experimentos que se sugirieron para probarlas no eran ni exhaustivos ni realmente adecuados para determinar la realidad de la naturaleza subyacente (¿lo serán definitivamente algún día?). Es decir, se pidió a físicos experimentales encontrar condiciones en las que se infringiesen las desigualdades de Bell, pero nadie revisó las condiciones obvias de restricción de los métodos que habría que haber utilizado ni se les pidió que publicasen los datos completos, incluidas las ejecuciones que no funcionan del todo (de nuevo craso error: eso no se hace en ciencia). Sin embargo, a raíz de la alegada demostración de las desigualdades de Bell muchos físicos se apuntaron al carro de zanjar ahí la discusión sobre la interpretación –repito, en realidad «explicación»– de la mecánica cuántica diciendo que si la propia mecánica funcionaba «qué más les daba a ellos por qué», sin darse cuenta de que saber ese «porqué» es lo único que permitiría en el futuro desarrollar científicamente el conocimiento de esta fundamental parte de la naturaleza, lo extremadamente pequeño, aquello que constituye, por necesidad, la realidad que sustenta el propio universo completo.

Y me pregunto: ¿no hay en este panorama recién dibujado un poco de la falacia de la zorra y las uvas verdes, de una de las fábulas de Esopo?;¿puede alguien comprender que un científico verdadero no quiera hacer todos los esfuerzos necesarios para conocer y comprender la realidad que subyace a un conjunto de fenómenos para así poder explicar más profunda y realmente en qué consiste su naturaleza y poder seguir desarrollando la ciencia?

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