«Uno de los problemas casi nunca tocados por los religiosos de «el libro» es el tema de «la Nada» como concepto artificial religioso consistente en la «ausencia de todo». Por muchos motivos, pero quizá un par de ellos puedan ilustrarlo mejor a nivel religioso.
Supongamos que esa nada existía antes de la creación del universo proviniente de un demiurgo: en este caso quedaría el problema de explicar cuándo creó ese mismo demiurgo esa nada previa que además no puede ser realmente «nada» porque existía él. Es necesario que la hubiera creado él u otra deidad previa, anterior a la propia existencia de esa nada –en cuyo caso ya habría dos demiurgos, no uno, pero ese problema podemos dejarlo de lado ahora aquí–. En caso de que ninguno de ambos posibles dioses la hubieran creado sería una nada increada y, por tanto, muy parecida –si no idéntica– al concepto científico-filosófico sajón de «No-thing», la no-cosa —ya explicado anteriormente en este mismo foro (ADyL, Fb)–, aunque con la pequeña diferencia, en la versión científica, de que no habría ningún dios en ella. Y si el religioso persistiera en que su dios o dioses existen habría que considerar la posibilidad de que ambos o uno de los dos hubieran surgido de esa supuesta nada ficticia, con las correspondientes consecuencias conceptuales para el pensamiento religioso.
Supongamos ahora que esa nada forma parte de la deidad demiurga y por eso no es mencionada su creación por ninguna de las versiones de «el libro». En ese caso ese demiurgo no habría creado el universo «de la nada» sino desde sí mismo, por lo que no se trataría realmente de una creación «ex-nihilo», también con todas sus consecuencias filosóficas. Incluso en el caso de que quisiera establecerse que esa nada no es ese dios demiurgo habría que concluir que esa nada limita a ese demiurgo, porque no es él, y, por lo tanto, es tan poderosa al menos como él.
Como ven, la sola idea de una existencia de una Nada como concepto religioso de ausencia de todo es un problema lógico básico generado por personas que de lógica básica tenían poco manejo, si no ninguno. Insisto, todo esto por intentar dialogar con el pensamiento religioso, porque motivos verdaderamente fundamentales dentro de la lógica para no poder aceptar la existencia de esa nada religiosa los hay por sí mismos.»
[Agustín Barahona}
«Como dice la cabecera, la inteligencia es la capacidad de resolver problemas. Por lo tanto, no puede haber creado el universo un diseñador inteligente. Y no sólo porque nadie haya demostrado jamás que existan los imprescindibles planos-diseño en que ese supuesto diseñador inteligente habría diseñado el universo para después construirlo –como he dicho infinidad de veces desde hace decenios–, sino, fundamentalmente, porque tener que «desarrollar» la cualidad de la inteligencia requeriría a su vez ad infinitum de una previa inteligencia para crearla; y, además –y por encima de todo–, porque de haber sido necesaria una inteligencia para resolver problemas eso querría decir que el diseño y creación del universo hasta que intervino el diseñador inteligente había sido un fracaso, precisamente porque requería de un resolvedor de problemas en el diseño previo, lo que mostraría que tal ente «inteligente» ni existe ni puede existir.
Espero que con esta básica y sencilla reflexión los seguidores de la iglesia del diseñointeligentismo dejen de decir las habituales tonterías. Gracias.»
[Agustín Barahona]
«No me cansaré nunca de insistir en esto. Siempre explico a mis alumnos que la visión lamarckista subyacente en la mayoría de las explicaciones divulgativas evolutivas hay que erradicarla para siempre de la explicaciones científicas. Nada en la naturaleza se produce teleológicamente, con una finalidad. Son las variaciones posibles las que permiten determinadas ventajas que en muchos de los casos pueden acabar siendo determinantes para que quienes no las poseen puedan desaparecer paulatinamente como población, en competencia con unos mismos recursos vitales. En este sentido, jamás se desarrollan cosas «para» determinadas finalidades, sino que pueden aprovecharse tales cosas desarrolladas para tales ventajas y quizá para varias otras, a veces. Simplemente. No hablar y explicar consecuentemente con este hecho es un error que envenena lenta e inconscientemente nuestra concepción de la realidad.»
[Agustín Barahona]