

SOBRE LOS EXPEDIENTES CON QUE LA ADMINISTRACIÓN PARECE INTENTAR DISUADIR A SUS FUNCIONARIOS DOCENTES DE QUE CUMPLAN LAS NORMAS PORQUE SI LO HACEN ESCAPAN ASÍ A SU RED CLIENTELAR.
«Lo que sigue es un caso real y relativamente reciente cuyas pruebas he podido verificar. De otro modo nunca lo contaría.
Tiempo después de ganar un recurso contencioso contra la administración de educación de conservatorios en Madrid, por haber sido objeto clarísimo de un expediente basado en acusaciones falsas y estrambóticas por no prestarse a sus redes clientelares (se le llegaba a plantear torpemente al profesor como delitos lo que en realidad era el cumplimiento estricto de la ley y viceversa, presentando en el expediente contra éste supuestas pruebas de su mal actuar que en realidad eran pruebas demostrando claramente su impecable proceder; ¡imagínense ustedes cómo será la dirección de ese conservatorio y cómo será lo que se hace allí dentro con los niños y sus familias!), el recurrente, por circunstancias personales casuales que no vienen al caso, pudo charlar ante un largo café con el juez del contencioso y otras personas.
Le preguntó al juez qué le habían parecido los contenidos y el fondo de cómo se actúa en ese conservatorio, contenidos y procedimientos que en dicha institución son el pan nuestro de cada día y cuya existencia patente le había demostrado en el recurso. Y el juez, que debido a lo absurdo del caso lo recordaba bien, le dijo:
«¡Inconcebibles!, ¡de locos! ¿Pero se puede saber de qué planeta proviene la administración de educación en ese conservatorio en el que usted trabaja?»
Y el recurrente ganador del contencioso le contestó:
«Del planeta de los simios, y ellos creían que yo soy Taylor, pero en realidad soy ‘el crítico’ ‘de cine’»
Esta triste y a la vez simpática y aguda anécdota me hace reflexionar.
Y es que, ya lo ven –y seguramente ya lo sabían también de antes y no sólo en educación, aunque esta reflexión pretende que se den cuenta de que también en este importantísimo ámbito de la formación se da esta tóxica corrupción, el lugar de hecho más peligroso para esa contaminación–, algunos equipos directivos, inspectores de educación, directores de recursos humanos, directores de área, abogados de estas instituciones, etc. llevan tanto tiempo delinquiendo y faltando a lo demostrable, objetiva e innegablemente verdadero, amparados en sus tronos, que han olvidado ya lo que es la auténtica verdad y la norma fuera de sus falsas torres de marfil donde las manipulan o se las inventan a piacere. Tanto tiempo enloquecido y ajeno a la realidad, con sus devaneos fílmicos, que no se dan cuenta de que, a su alrededor, siempre puede haber y hay en el mundo ‘críticos’ ‘de cine’, total y justamente ‘críticos’ y totalmente ‘de cine’, que en un momento dado, en un segundo, pueden echar abajo todas sus películas con una facilidad demostrativa básica; todas salvo una, «camino a la perdición», la biográfica forjada por ellos mismos ¡y por escrito! mientras creían ilusoriamente tener todo bajo el control del poder de sus cargos.
Y es que nos merecemos vivir en una de estas películas de terror debido a que la gente conoce muy habitualmente de estos casos de corrupción administrativa una y otra vez y no hace nada por denunciarlos, que es precisamente lo que hace que cada año el monstruo sea mayor y se acabe convirtiendo en verdad la falsa idea de que contra la administración nada se puede. Nada más falso. El porcentaje anual de contenciosos ganados a la administración es lógicamente altísimo, pero nadie suele saberlo porque se oculta para alimentar el mito y evitar que los ciudadanos se atrevan a luchar contra el monstruo que, como en todas las películas, siempre es de cartón piedra.»
[Agustín Barahona]

Ante todo una pequeña reflexión, estimado amigo ilegalista secesionista: Los carteristas también son gente de paz: «sólo» te roban sin agredirte. Por eso se pone a la policía a detenerlos y si se resisten ésta debe usar la fuerza, como siempre. Violencia es también hacer algo contra la voluntad de alguien, por ejemplo, entrar en algún sitio contra la voluntad de su dueño o robar el voto que corresponde a todos los españoles o que la judicatura te pida que no vayas a una manifestación o votación ilegales y sin embargo vayas, etc. Todo esto, además, pone en una situación violenta al Estado de Derecho, que se ve obligado a actuar, como todo el mundo sabe, haya ido o no al colegio para aprenderlo. Es de lógica básica.
Me decía en privado –en público no se atreve, por algo será– hace poco un secesionista ilegalista que cómo me atrevo a decir que ellos no son gente de paz, que quienes son violentos son los policías. Estimado ilegalista secesionista: No sé qué te enseñaron en el colegio –aunque habiendo sido educado con tanta patraña manipuladora secesionista desde que eras una criatura indefensa puede que te exima de la ignorancia que tienes, no de la que te empeñas en seguir teniendo– pero no es ni siquiera un problema de violencia, ***es un problema de legalidad, de legitimidad, para ejercer la violencia que está regulada como fuerza del Estado en TODAS las constituciones democráticas del mundo***, porque en aquellas en las que no era legítimo que el Estado usara la violencia éste desapareció, por pura y lógica selección natural –algo que no tiene fortaleza para sostener sus leyes contra los que por ignorancia o maldad intentan violentarlas se viene abajo–. Como sabiamente enunciaron los antiguos romanos haciendo que sea muy difícil que jamás pueda dejar de ser verdad su frase: si vis pacem para bellum.
Por otro lado, estimado amigo ilegalista secesionista, veo que tienes también un problema de conocimientos básicos de física. La fuerza necesaria para, por ejemplo, mantenerse sentado/tumbado en el suelo para impedir pasar a un policía a cumplir con su obligación –produciendo así desobediencia a una autoridad en el ejercicio de su cargo ¿o esto tampoco lo estudiaste?– es necesariamente igual, pero de sentido contrario, a la que el policía tiene que ejercer para intentar cumplir con su obligación. Es decir, en equilibrio de fuerzas son igual de «violentos» ambos. Por supuesto, el policía está entrenado para poder superar esa provisional situación de equilibrio ilegal y tiene medios legales para conseguirlo(1), o si no la policía no tendría ningún sentido porque no podría protegernos contra quienes ejercen la violencia, sea de la naturaleza que sea, contra los que sí somos gente pacífica que no intentamos violentar las leyes. Ningún estado democrático en el mundo puede permitir que alguien delinca conscientemente y hacer la vista gorda porque no conviene políticamente corregirlo o evitarlo, porque se entraría en el terreno de la arbitrariedad que es uno de los primeros pasos para destruir un Estado de Derecho por completo.
Así que, como digo desde que era adolescente: «no cometas la imbecilidad de intentar tratarme de imbécil». Habrás de inventarte una excusa mejor, querido amigo ilegalista secesionista. No existe gente «pacífica» si se enfrenta de cualquier modo a otra, pues en el acto deja de serlo.» [Agustín Barahona]
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Nota 1: Cualquier ilegalidad debe ser denunciada y sometido el culpable a sus responsabilidades jurídicas. La policía tiene normas claras sobre cómo debe aplicar la fuerza y todo ciudadano puede denunciar al agente que considere que no ha seguido la norma, así como el agente puede denunciar a quien ejerza cualquier tipo de violencia contra él. Y, como he dicho cientos de veces, para eso sería fundamental poder grabar los hechos, cosa que el PP robó a los españoles en la tristemente famosa ley mordaza. Aunque, a juzgar por los vídeos que circulan por todas partes, parece que, a pesar de poder enfrentarse con alguna denuncia, afortunadamente la gente lo valora de otro modo asumiendo su responsabilidad.


«Una cosa son las identidades y muy otra las características. Un país con varias identidades sería todo un problema psiquiátrico, pues tendría un TPM (Trastorno de personalidad múltiple)» [Agustín Barahona]
Como he dicho en numerosas ocasiones: «Si tuviera que ser nacionalista de algo enarbolaría o bien la bandera del Universo o bien la de Agustín Barahona. Cualquier otra me parecería un injustificable acto de mediocridad» [Agustin Barahona]