«Una de las muchas simpáticas –por lo fácilmente detectables y evidentes ante cualquier persona inteligente– y victimistas falacias ad hominem que manejan los que nos atacan a quienes explicamos cómo puede aprenderse a distinguir la música de calidad de lo que no es más que una farsa es la atribución de odio como causa de la denuncia de lo problemático. Consiste en que tras la mostración argumental y probatoria de que se está intentando engañar al gran público, en cualquier tema, enseguida suelen imputar animadversiones victimarias y falsas a los mostradores del engaño para terminar aduciendo que lo que denuncian es sólo porque se odia visceralmente [sic] aquello cuyos problemas, incorrecciones, incompleturas o falsedades han sido explicados y expuestos a la inteligencia de los destinatarios, en lugar de simplemente atender a las explicaciones y argumentos expuestos y refutarlos o aceptarlos, como cualquier persona sensata, inteligente y honesta haría» [Agustín Barahona]
«La música, además de educar la sensibilidad emocional, prepara para la estructuración conceptual compleja y abstracta de la realidad. Es imprescindible para la formación, por eso siempre fue una disciplina troncal. Incluso desde el siglo V d.C. vino siendo una de las disciplinas académicas cultivadas por los hombres libres integrada en el Quadrivium. Sin su obligación no sólo acabaríamos con una formación que proviene del fondo milenario de la historia, sino con parte imprescindible de la formación del ser humano en la civilización.» [Agustín Barahona]
«La belleza y los más nobles y profundos sentimientos y emociones no son patrimonio del romanticismo… sino de la humanidad y el mundo. Ante tanta fealdad impuesta… ¡rebelémosnos revelándonos! ¡Rebelémosnos revelándola!» [Agustín Barahona]