Los buenismos, paradójicamente, jamás han sido algo bueno.
«Intentar defender la diversidad, la igualdad, la pluralidad y la concordia ante quienes no respetan valores puede ser aprovechado para destruirnos.
Quizá sería más prudente defender la legalidad vigente, la justicia, la razón y el conocimiento real.
Y esto es así ya que
- defender la diversidad no garantiza que en ella no pueda estar la ilegalidad;
- defender la igualdad implica defender la injusticia, porque es injusto pretender hacer igual lo desigual;
- defender la pluralidad implica defender todo lo malo que esa pluralidad conlleva, incluído la irracionalidad –mucho más plural de lo que hasta ahora parecía–; y
- defender la concordia implica pretender que concuerden la falsedad con la verdad, que concuerden lo que es fácilmente refutable con lo que no se puede negar racionalmente, lo cual es ontológica y pragmáticamente imposible.
Por muy buenas pretensiones que tengamos el enemigo siempre las utilizará en contra de nosotros, como una debilidad, si nos desenfocamos.
Historia magistra vitae est.» [Agustín Barahona]
«¡Lástima que un partido delincuente que nos quiere lelos tenga que controlar a unos lelos delincuentes que nos quieren partidos!» [Agustín Barahona]
«La libertad absoluta del artista es una completa quimera inventada por no-artistas para poder autoincluirse en una categoría artificial –y usurpadora del lugar de la verdadera– donde todo vale y, por tanto, nada tiene realmente valor alguno. La reflexión más básica que ya muestra que tal libertad no existe ni puede existir es que nadie puede enajenarse de su propio cerebro ni de los principios físicos esenciales y universales por los que éste funciona.
Por lo tanto, la relativa libertad real en la que el artista puede moverse es sólo el conocimiento de cómo funciona aquello a través de lo cual el arte significa para, precisamente, poder ser significando.» [Agustín Barahona]