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No puedo desear felices fiestas a todo el mundo. - diciembre 25, 2016 por Agustín Barahona

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«Disculpadme si no puedo desear felices fiestas a todo el mundo con la herida profunda, abierta y sangrante que la Humanidad tenemos en nuestro viejo planeta Tierra. Sería un hipócrita. Puedo desear que decidamos toda la humanidad tenerlas algún día, pero para conseguirlo habrá que luchar —todos— contra la inhumanidad, contra la indolencia, contra el eufemismo negacionista y contra la ignorancia de los que no desean la paz sino aprovecharse de las debilidades de sus contemporáneos para obtener un poder absurdo que no podrán llevarse nunca en la mortaja. Y si hay gente enferma e irrecuperable que no puedan entender esto habrá que hacer lo posible para que no estorben los planes de paz de la mayoría de las buenas gentes del planeta. Con las plagas no se dialoga: se las combate para poder sobrevivir.

Se comienza permitiendo, «tolerando», los pequeños atropellos diarios y se termina no haciendo nada en Siria. Pensadlo. Es el síndrome de Estocolmo a escala mundial.

Nosotros. Nosotros somos los únicos que podemos vencer esto. Los líderes mundiales ya han demostrado que no sólo no lo harán sino que incluso participarán, más o menos abierta o cerradamente, en la tragedia. Si el mundo entero se moviera a la vez hay muchos modos de influir decisivamente en lo que está ocurriendo, porque, como todos los sistemas, el mundo es afectado por cada decisión unitaria que los seres humanos tomamos. No lo olvidemos.

Que las navidades, el momento en que todos estamos reunidos con nuestros familiares y amigos, sean el momento para aprovechar a tomar juntos decisiones importantes. Así habrán servido realmente no para «desear» la paz en el planeta, sino para conseguirla» [Agustín Barahona]

POR FAVOR: SE ADMITEN en los comentarios TODO TIPO DE IDEAS RAZONABLES Y EFICIENTES PARA TERMINAR CON LA GUERRA DE SIRIA Y LA EMIGRACIÓN DE REFUGIADOS

¿Si una palabra no está en el diccionario de la RAE no vale o no es español? - diciembre 10, 2016 por Agustín Barahona

Agustín Barahona«He escuchado muchas veces que tal o cual palabra no es válida o no es español porque no está en el diccionario de la RAE. Esto es falso e indica claramente que las personas que lo dicen o bien no estuvieron en clase el día que explicaron lo que voy a «recordarles» seguidamente o bien estaban pensando en cosas más hormonales. Después, cuando llegabas a la universidad, era inevitable que a quien pudiera no tener claras estas cuestiones elementales de colegio, u otras igualmente básicas, se le mirara como a un extraignorante extraviado. Pero con la rápida ayuda de sus compañeros hacíamos que su ignorancia durara poco, como ahora vais a ver 😉

Para aclarar este tema tenemos que explicar muy básica, simplificada y resumidamente dos cosas: cómo incluye términos el diccionario de la RAE y cómo se forman las palabras del español.

diccionario de la lengua española (23ª ed.)-9788467041897Las personas despistadas de las que hablo seguramente no saben que, aunque en el diccionario de la RAE se pueden deducir indirectamente algunas normas básicas fruto del análisis sincrónico semántico en un momento dado, ya no es, como antaño, un diccionario educativo normativo-prescriptivo donde se den las reglas para que una palabra pertenezca o no al español –para eso está la gramática del español, que sí es educativa y normativa como resultado del estudio del comportamiento inherente del lenguaje como un sistema natural–, donde el significado de un término u otro haya de ser realmente el que aparece allí reflejado (sí, no se me asusten, ahora lo explico), sino que, más bien por motivos políticos que científicos, es ahora un diccionario descriptivo de uso. Esto es, lo que recogen las academias de la lengua –que hace tiempo que son en plural y no hay una sola academia– en su diccionario, por tanto, es teóricamente el repertorio de términos que en cada país hispanófono se usan estadísticamente más junto con el significado que dan a cada uno de ellos sus hablantes en su uso durante la comunicación, independientemente de que el término o su uso sean correctos –actualmente para ver el significado real de términos hay que acudir a diccionarios o manuales especializados–. Esto quiere decir que si un suficiente número de hablantes de repente comienza a utilizar la palabra «mazo» con el significado de «muy o mucho» aunque éste no sea el significado real de la palabra acabará por incluírse así en el diccionario de la RAE. El modo en que las academias incluyen los términos y significados en su diccionario se supone que garantiza que estos términos y sus significados son reales y suficientemente representativos como para ser incluídos en el diccionario. Por lo tanto la finalidad del diccionario de la RAE no es dictar qué palabras son correctas o no en el uso del español y sus significados sino facilitar que se pueda saber en cualquier circunstancia el significado que se le da a una determinada palabra en la calle. Si eso es o no lo conveniente lo dejaremos para otro artículo.

Por otro lado, el español es una lengua que, como todas, está constituída de una serie de conjuntos de herramientas, donde las categorías más grandes a los efectos de lo que explico en este pequeño artículo son, resumiendo grosso modo, sus reglas morfosintácticas y su léxico. La morfosintaxis, para entendernos rápido, estudia y maneja cómo se relacionan todas las unidades con significado para poder formar sentido en unidades mayores. Aunque suele decirse que la unidad mínima de una lengua a nivel de significado es la palabra no es cierto: es el morfema, puesto que es articulable y su permutación varía el significado de la palabra –en realidad deberíamos decir que es el monema, pero estamos simplificando conscientemente en aras de la didáctica, porque el tema es algo más complejo y sólo queremos mostrar sus aspectos relevantes para este artículo–. Por ejemplo, los morfemas «-a» y «-o» varían el significado con el lexema «niñ-«, lo que prueba que esos morfemas tienen por sí mismos significado. El diccionario recoge de entre el repertorio de morfemas aquellos que sirven para crear palabras nuevas. Por ejemplo, el morfema «extra-« aparece recogido en el diccionario porque sirve para formar palabras españolas donde ese componente aparezca prefijado con el significado o bien de «fuera de» –este primero es el que he usado al comienzo para la palabra «extraviado», es decir, «fuera del camino»– o bien de «sumamente» –este último es el que he escogido en mi primer párrafo para usar la palabra española que no aparece en el diccionario de la RAE «extraignorante»–. A la morfosintaxis, pues, compete las reglas para la creación de todas las palabras en un idioma.

Resumiendo, el diccionario de la RAE no recoge todas las palabras posibles en el español, sino sólo las que se usan en un determinado porcentaje y del modo en que se usan, así como los morfemas que permiten crear nuevas palabras españolas. Eso quiere decir que usando la riqueza combinatoria de las reglas morfológicas del español podemos crear cuantas palabras españolas nos sean necesarias, con la única limitación de que, como la lengua es económica por naturaleza –tiende a eliminar redundancias y a resistirse a admitirlas–, si un significado concreto tiene ya reservado en la lengua una palabra concreta no tiene sentido crear una nueva –a no ser que comporte alguna notoria ventaja para la lengua sobre la otra palabra–, y el hacerlo sólo puede significar la mayoría de las veces un profundo desconocimiento de su propia lengua por parte de quien así actúe. De ahí que para no acabar volviéndonos locos todos manejando repertorios léxicos interminables y redundantes –más propios de los aislamientos sociales provenientes de aislamientos geográficos en el pasado e impropios de un mundo globalizado donde todos tenemos la información de casi todo a mano–, debemos respetar las reglas básicas de la lengua y debemos usarla, como debemos usar todo, del mejor modo posible, es decir, de un modo lógico y cultivado, conociendo cómo funciona de modo natural. Cuanto más se lee literatura de calidad más léxico rico y cualitativo se posee y, por lo tanto, mejores capacidades para describir, por una parte, el mundo en que nos movemos y, por otra, nuestro modo de relacionarnos con él a través de nuestras ideas, emociones y sentimientos. Y si nos damos cuenta de que algo que existe no ha sido aún particularizado por el uso de una palabra es el momento para hacer nacer una nueva palabra española, un neologismo, siguiendo las reglas inherentes al español. El fruto siempre será lengua española.» [Agustín Barahona]

Significado real del concepto de «uso» en la pragmática comunicativa - agosto 19, 2016 por Agustín Barahona

Ejercicio de expresión oral, fluídez verbal y pragmática«Cuando se suele decir que una palabra significa aquello para lo que se usa se suele derivar de ello algunos errores de concepto que paso a intentar aclarar resumidamente.

En un proceso ***comunicativo*** si un determinado significante se usa para transmitir un determinado significado es porque ese significante tiene capacidad articulatoria interna y social para transmitir ese significado –de hecho si no la tiene ***se termina por usar otro significante más capaz***–.  Por ejemplo, si alguien usa tal o cual significante para transmitir la idea de agua ***y todos los hablantes de la misma lengua le entienden*** es porque el significante es eficaz a los fines de la transmisión de ese significado, ya que dentro del ***sistema*** de esa lengua que se usa para la transmisión se dan las diversas condiciones articulatorias para que tal significado pueda producirse. En ningún caso la pragmática lingüística, o incluso la semiótica, pretende decir que una cosa es aquello para lo que se usa –esto es una falacia–.

En resumen, no porque uses una piedra en lugar del chorizo te estás comiendo un bocadillo de chorizo –no te preocupes, que si no lo entiendes te vas a dar cuenta al primer mordisco–» [Agustín Barahona]

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