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Categoría: Lingüí­stica

Escritos relacionados con el estudio científico de la Lengua.

¿ES LO MISMO MUSICOLOGÍA QUE MUSICOGRAFÍA? - julio 19, 2022 por Agustín Barahona

«La respuesta corta debe ser categórica: no.

No lo es ni puede serlo, ya que, estrictamente hablando, la musicología es la ciencia de la música y la musicografía es el estudio de lo que se escribe sobre música. Es decir, la musicología amplía verificable y demostrablemente los conocimientos que sobre cuestiones musicales tiene la humanidad y la musicografía estudia y distribuye lo que –por parte generalmente de musicólogos, pero también de otro tipo de autores– se ha escrito sobre música.

Intentaré resumir contrastivamente esta cuestión para que se entienda mejor.

En determinada medida, tiene, en el mejor de los casos, un cierto, aunque lejano, paralelismo con la relación que existe entre las ciencias y las ingenierías, y de ahí que mucha gente confunda su significado y objetivos, del mismo modo en que socialmente es habitual, por lo que se ve, el confundir en el imaginario colectivo la labor de científicos e ingenieros, lamentablemente.

Es obvio que un científico tiene que conocer lo que en ingeniería va realizándose con el uso de lo que la ciencia descubre, porque el conocimiento de esas posibilidades de que la ingeniería dota a los descubrimientos científicos puede conducir en algunos casos a nuevos descubrimientos científicos. De igual modo, es habitual que el musicólogo estudie lo que el musicógrafo –que, en principio, no hace revisión crítica de fuentes necesariamente y simplemente las cita como elementos de primera mano utilizados en su trabajo– ha publicado sobre determinado tema musical que le interese investigar para ampliar el conocimiento real científico sobre el mismo a partir de las fuentes citadas por el musicógrafo, puesto que el musicólogo tiene la obligación deontológica y profesional de revisar que cada afirmación que sus fuentes hayan hecho es cierta o no podrá utilizarla.

Aunque ambos han de ser necesariamente profesionales de la música, el musicólogo trabaja siempre con fuentes primarias, cosa que para el musicógrafo no es estrictamente necesario, porque su trabajo suele estar más encaminado a explicar, desarrollar, lo que los musicólogos han estudiado previamente o en documentar determinados hechos musicales mediante descripciones y prosopografías adecuadas. Por eso la musicografía tiene socialmente también una connotación más divulgativa.

Precisamente por toda esta serie de circunstancias, puede llegar a darse el caso de que en determinados trabajos sobre música pueda parecer que pueda llegar a confundirse musicología o musicografía o que los trabajos sean de dudosa catalogación. Pero tal ambigüedad en realidad no puede darse en puridad, porque todo trabajo que sea temática y focalmente descubridor, que amplíe real y correctamente el conocimiento que se tenía sobre el tema estudiado antes de que su autor lo abordase, es automáticamente musicológico por excelencia; y, necesaria y complementariamente, por esta misma definición de lo musicológico, todo trabajo que temática y focalmente no amplíe el conocimiento, sino que sólo lo difunda de un modo eficientemente adecuado, pintándolo con palabras, diagramas, imágenes o ilustraciones, facilitando así al máximo su comprensión, es automáticamente musicográfico.» [Agustín Barahona]

¿POR QUÉ TENDEMOS AHORA A ESCRIBIR Y COMUNICARNOS CADA VEZ PEOR? - junio 12, 2022 por Agustín Barahona

De vez en cuando suelo observar que, en las redes sociales, alguien ya harto de estar harto, como decía Serrat en una conocida canción, no puede por menos que distribuir algún cuadro con fines correctivos para cosas que deberían haber sido bien aprendidas teniendo en cuenta que aprender la regla que está detrás no era tan difícil (¡caramba!, agregarían seguramente ellos, y con toda la razón).

Correcto. Pero un cuadro memorístico no resuelve nunca el problema. Sólo lo resuelve la comprensión del funcionamiento de tu propio idioma. De otro modo, la cantidad de cuadros como estos que habría que facilitar harían virtualmente imposible que la gente pudiera recordarlos todos. Por eso faltan y seguirán faltando por corregir, no obstante, una gran cantidad de incorrecciones que se escuchan todos los días en boca –y dedos– de pobre gente a la que no le enseñaron bien, incorrecciones que cada día que pasa son más numerosas debido a que otras personas con más suerte y conocimientos ya no se atreven a acometer el «acto de caridad» de corregirlas al prójimo equivocado o mal formado (el motivo del por qué de esto nos llevaría a otro asunto totalmente distinto de aquél con el que quería llamar la atención aquí, así que lo dejamos para otra ocasión quizá, aunque es verdad que también forma parte del problema).

Por poner sólo algunos ejemplos de lo abundante y largo que sería:

Al día preanterior no se lo llama antes de ayer*, sino «anteayer».

Sólo el verbo «hablar» –en todos sus sentidos intransitivos— rige siempre con la preposición «de» cuando se ha de expresar el tema de lo que se habla; sin embargo, el verbo transitivo «decir» jamás lleva la preposición «de» detrás para el mismo caso (es correcto decir «hablamos de ir a Madrid», pero con el verbo transitivo «decir» sería «dijimos que iríamos a Madrid» [recuérdese: Hablar_DE decir_QUE]).

Cuando se habla de la obligación de que algo sea de un determinado modo ha de decirse «debe ser» y cuando se habla de la probabilidad o inseguridad de que lo sea ha de decirse «debe de ser» [la probabilidad o inseguridad es la única que lleva el DE, justo al revés de lo que ya demasiada e inadecuada gente comienza a infestar por todas partes].

A la existencia de muchos «dequeístas» se intentó durante muchos años aplicar corrección sin explicar bien las reglas que estaban detrás y ahora una cantidad ingente de periodistas, por (mal) ejemplo, se han convertido en «queístas» vergonzantemente, ¡por tener miedo a ser dequeístas! La regla distintiva y resolutora de todos esos problemas de dequeísmo/queísmo es muy fácil. Cuando una oración subordinada de relativo es un sintagma nominal (es decir, en este caso ese tipo de secuencias de palabras que empiezan por «que» haciendo las veces de un sustantivo) permite el artículo determinado delante manteniendo sentido (por ejemplo, «que vengan es deseable» permite la construcción «el que vengan es deseable»), Pues bien, ese sintagma nominal (la posibilidad de colocarle un artículo determinado delante prueba que lo sea) puede en una oración ser sustituído por su correspondiente pronombre demostrativo neutro «esto/eso». Si nos damos cuenta, al hacerlo queda siempre claro si había que poner «de que» o sólo «que».

Por ejemplo, es correcto decir «nos cansamos de que Pepe viniera» y lo sabemos porque podemos sustituir «que Pepe viniera» por su correspondiente pronombre «eso/esto» manteniendo el sentido, o sea, «nos cansamos de esto», nunca nos cansamos esto*, por lo que sería incorrecto (queísta aquí) decir «nos cansamos que Pepe viniera; sin embargo, es correcto decir «aborrecemos que nos engañen» como lo prueba la correcta sustitución pronominal «aborrecemos esto», o decir «yo tenía miedo de que suspendieras», como lo prueba la sustitución pronominal «yo tenía miedo de esto» (yo tenía miedo esto* no tiene sentido). La sustitución pronominal es el modo más fácil de estar seguros de si debe o no debe usarse el «de» delante de esas construcciones. Así se lo he enseñado yo a mis alumnos cuando me han preguntado que cómo estar seguros.

El tema de las comas, fundamentalmente de naturaleza sintáctica -aunque hay gente que cree que sirven para enseñar cómo debe respirar el que lee–, daría de por sí para mucho. O el del loísmo, laísmo y leísmo. O el uso de barbarismos o de calcos de otros idiomas teniendo nuestra propia forma de expresar esos mismos significados, por no hablar de las nuevas interferencias que causan con la propia lengua. O el que se hayan cambiado recientemente reglas ortográficas de muy fácil memorización (por ejemplo, en los casos de tildes) por opciones discrecionales que causan más confusión a quienes no distinguen bien el funcionamiento interno de su propio idioma y por ello no disponen del criterio correcto para poder decidir.

En fin… como se vé, podríamos estar aquí días hablando de cómo convertir en cuadros de reglas estas cosas que quizá mucha gente no tuvo la suerte de que se las enseñaran bien. ¿Pero sería alguien capaz de aprendérselas todas como reglas aplicadas a todos los casos como se ve en el cuadro que preside esta reflexión? Lo dudo.

En general, es verdad que leer mucho de buenas editoriales permite tener una cierta seguridad mnemotécnica de cómo se escriben las cosas, porque esa lectura genera rutinas visuales(-sonoras) correctas en el lector. Lo que es peor de todo esto es que con la internet mucha de la gente que no habla correctamente está fijando visualmente para terceros en sus escritos en la red ese modo de hablar incorrecto, lo que produce que muchas personas, al pasar ante sus ojos todos los días cosas incorrectas, estén quedando envenenadas en esas malas costumbres.

Moraleja: lee muchos libros pero sólo los revisados por lingüistas. Y sobre todo, aprende gramática, no te aprendas reglas sin más para pretender manejar bien tu idioma: compréndelo, escudriña su funcionamiento y no te quedes nunca sin saber por qué las cosas son de un modo y no de otro, eso es lo que te dará dominio sobre el mismo. Al fin y al cabo, eso es precisamente lo que haces cuando aprendes un nuevo idioma, comprender estructuras y resolver porqués. Si tuvieras que aprenderte de memoria todas las oraciones, frases y formas correctas posibles en ese nuevo idioma como reglas para poder manejarlo nunca terminarías de poder hablarlo.» [Agustín Barahona]

Lo que realmente significa «ser inclusivo» - diciembre 12, 2021 por Agustín Barahona

Lo he leído en las redes y se lo comparto a todos ustedes:

«El otro día me senté en un restaurante con una amiga. Llega la encargada de atendernos, nos saluda con una sonrisa y se da el siguiente diálogo:

– ¡Hola chiques!

– ¿Chiques? le dije yo, también con una sonrisa.

– Así es, ¡somos un restaurante inclusivo! (dijo con orgullo).

– Mira que bien, me viene estupendo porque en un ratito viene un amigo que es ciego. ¿Tienen la carta en Braille?

– Ay no, eso no tenemos.

– Ah ok… pues viene mi mujer pero acompañada de mi hija, que es Asperger. ¿Carta con pictogramas para la gente autista, tienen?

– No, perdón… me dijo visiblemente nerviosa.

– No te preocupes, suele pasar. Ahora bien.. me imagino que la lengua de señas para los clientes sordos debeis saber… ¿cierto?

– La verdad me estás matando… me contesto sonriendo nerviosa.

Ella ya no estaba cómoda, sonreía con vergüenza, un poco de culpa y un poco de malestar también. Y ahí le dije:

– No te preocupes, suele pasar con tanta modernidad y tanto modismo. Asi pues, lamento contarte que no sois un local inclusivo, sois un local progre, parte del triste relato que ahora está de moda. En el caso de tu local, esta gente que he comentado, no podría hacer algo tan básico como comunicarse para pedir de comer o beber. ¿Quieres ser inclusivo? Incluye a todos ellos, y a todos los que el sistema directamente no da lugar.¿Es difícil?.. depende de tener o no tener ganas, pero lo que no hay que hacer es «incluirse» en el grupo de los hipócritas que habitan en esta sociedad. Una “e”no te hace inclusivo, te hace gilipolles.

(Copia, pega y al que le moleste, ya sabe…) Así de simple ??»

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