«Sin entrar por el momento en las muchas y complejas profundidades que convendría conocer, voy a intentar mostrar todo lo básico que puede verse y entenderse de modo claro en el problema del así llamado terrorismo islámico, por si mi pequeño análisis, muy generalizado entre los arabistas y estudiosos de la religión como fenómeno sociológico, pueda ayudar aunque sea un poco en este difícil, triste y doloroso tema.

Aunque los musulmanes difícilmente lo reconocerán –debido a que por diversas razones necesitan esa imagen de unidad y unicidad, aunque sea ésta evidentemente falsa–, el Islam ha estado siempre dividido en islames. Esta división no es un problema sólo de los islames, suelen tenerla prácticamente todas las religiones, ya que como se supone que el mensaje original es una revelación de la divinidad, en la medida en que el ser humano avanza y va reconociendo sus errores y cambiando su modo de comprender el mundo debido a un mejor y mayor conocimiento no tienen más remedio que comenzar a disfrazar ese mensaje original, inalterable porque consideran que se lo entregó dios mismo o su mensajero, como si se tratara de metáforas, alegorías, símbolos y, en suma, cualquier otra cosa que no les haga parecer como unos bárbaros o ignorantes. Por eso siempre hay una parte de seguidores más irracionales que con el paso del tiempo y a pesar de éste se mantienen fieles al mensaje original al considerar que la divinidad omnisciente no se equivoca y otra parte menos irracional que se va desgajando por no poder ya aceptar determinadas cuestiones de ese mensaje original, y así se van formando las nuevas religiones que abominan más o menos de la religión precedente de la que se separan a la par que tienden a negar que esa religión y sus seguidores representen correcta o realmente a su religión. Son fenómenos bien estudiados y documentados no sólo por la sociología y la antropología de las religiones sino por la mayoría de las personas con conocimientos básicos sobre la historia de las religiones y su funcionamiento psicosocial.

Así pues, simplificando esquemáticamente, nos encontramos con un panorama curioso, pues tenemos, en el caso de cada una de las así llamadas «religiones del libro» (islam, judaísmo y cristianismo):

1.- un texto revelado por la supuesta divinidad (Qorán, Toráh, Biblia) en el que se legislan y dicen barbaridades sin cuento, propias del pensamiento y contexto de la antigua época y sociedad que los generó;

2.- unos seguidores más irracionales que precisamente por su irracionalidad –no necesariamente por su formación o cultura– son fieles al texto original y que no sólo resultan anacrónicos sino extremadamente peligrosos, pues creen que debe realizarse la supuesta voluntad original de su dios aunque ésta sea pura violencia y terrorismo, y por ello actúan con frialdad y sin remordimientos; (por ejemplo, en la sura 8, vers. 12 y 17 del Corán dice: «Y cuando tu Señor le dijo a los Ángeles: Yo estoy con vosotros, inspiradle valor a los creyentes que ciertamente Yo infundiré terror en los corazones de los incrédulos. Golpeadles [con vuestras espadas] sus cuellos y cortadles los dedos. […] Y sabed que no fuisteis vosotros quienes los matasteis [en Badr con vuestra fuerza] sino que fue Allah quien les dio muerte […]»)

3.- y una inmensa y abrumadora generalidad menos irracional tendente a la integración social de sus varios credos –derivados muy tempranamente de la paulatina transformación del significado del texto original que consideran sagrado— que son buenas personas, incluso en muchos casos maravillosas, y que en su mayoría tienden a serlo no por su religiosidad –casi todos son religiosos por haber vivido la religión en la familia desde que eran unos tiernos infantes–, sino porque son buenas personas por sí mismos, por convicción empírica propia. Por eso estos últimos hablan de que el Islam es una religión de paz y, obviamente, niegan que los otros, los que siguen anacrónicamente el mensaje original, sean musulmanes, y éstos a su vez niegan que aquellos otros lo sean y por eso los persiguen también como traidores a su dios, todo del mismo modo en que hacían hace mucho tiempo los cristianos y judíos e idénticamente a como siguen y seguirán haciéndolo otras religiones en el mundo.

Si esta simplificación didáctica que muestra esta clara realidad no se entiende o no es tenida en cuenta por la población mundial jamás podremos enfocar correctamente el problema del terrorismo para darle una solución.

Espero haber podido ser útil para aclarar estos conceptos básicos que me parecen fundamentales para el conocimiento popular.» [Agustín Barahona]

agosto 25, 2017 a las 12:28 pm por Agustín Barahona
Categoría: Humanismo, Reflexiones
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