Como el resto de las producciones complejas del universo, el ser humano como tal es un muy complejo «fenómeno emergente» (así denominado en filosofía de la ciencia a toda característica o conjunto de las mismas que posee un conjunto sistémico que no poseen por separado sus elementos integrantes, como por ejemplo, la estabilidad en cualquier plano que adquiere un trípode mientras el eje de gravedad no salga de su base, estabilidad de la que carecen sus tres patas componentes por sí solas) del desarrollo y conexión de la vida de todas sus células y sistemas, fenómeno que a su vez está formado por una gran cantidad de «propiedades y sub-propiedades emergentes» combinadas sistémicamente.

Por lo tanto, mientras no se da el fenómeno emergente que en sí mismo constituye el ser humano no hay ni puede haber un ser humano detrás. Repito: no hay ni puede haber un ser humano detrás.

El primer paso para que pueda darse, por todos conocido en la propia antropología y en lo empírico y clínico, es que su capacidad cerebral y su sistema nervioso –que es lo primero que puede caracterizar al ser humano como tal en lo cotidiano– estén mínima y operativamente desarrollados y conectados por completo formando una sola unidad funcional que pueda estar intra e interconectada, con sí misma y con el mundo, pues, de otro modo, no sería más que un conjunto de vidas celulares camino de constituir o no el primer punto de conexión para que se produzca el fenómeno emergente complejo que llamamos «ser humano».

Es por estos motivos lógico-argumentales verdaderos, en el estado en que se presentan y completamente verificables y constatables, que no se puede producir realmente aborto alguno de ningún ser humano antes de determinado statu quo mínimo y necesario de las células y sistemas del feto.

diciembre 1, 2021 a las 10:31 am por Agustín Barahona
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