«Todos sabemos que «Ubi nulla libertas nulla veritas» –donde no hay libertad no hay verdad–, lo cual hace imposible probar que nadie en la antigüedad –o actualmente en los países teocráticos– haya sido religioso de verdad más allá de las necesarias inteligentes apariencias para no ser deportado, encarcelado, torturado o asesinado o las mismas delicatessen aplicadas a su familia directa.»
[Agustín Barahona]
Este sería un debate que estaría especialmente dedicado a deístas y panteístas:
¿POR QUÉ LO LLAMAN «DIOS» SI A LO QUE SE REFIEREN PRESUNTAMENTE ES A «LA REALIDAD»?
«Si el antiguo término «dios» se refiere en todas las lenguas a un concepto muy concreto con una serie de atributos que en absoluto coinciden con los de la realidad ultérrima que, pragmática, coherente, cohesionada y consistentemente, intentamos reestructurar y reconfigurar a través de la percepción de nuestros sentidos y medios de comprensión no tiene sentido alguno intentar forzar a martillazos ese antiguo término referente a unas ideas muy primitivas totalmente desasistidas de nuestro actual conocimiento cuando fueron fraguadas. Es siempre mejor un término más neutro como «Realidad» –lo que es real, lo que existe auténticamente– que puede ser dotado de un significado siempre acorde con los conocimientos que de ella se tengan en cada época. Máxime porque lo que parecen querer connotar los deístas y panteístas con la obsoleta expresión «dios» es precisamente aquello que la realidad es en sí misma bajo la forma en que la percibimos como universo y no el significado que realmente tiene la palabra «dios», por lo cual pretender insistir en dicho significado anacrónico es un completo y craso error.
En este sentido, conviene recordar algo de lo que ya he escrito en varias ocasiones: no es lo mismo la verdad que la realidad. Lógico-matemáticamente hablando, la realidad es un objeto –es de hecho el todo, la completitud de lo que existe como una sola entidad– y la verdad es una función, tan gradual como el medio permite, dependiente de nuestro conocimiento de esa realidad; verdad que puede llegar a ser absoluta si, y sólo si, nuestro conocimiento de la realidad también lo es. Insisto en que siempre me he planteado que si el desarrollo gnoseológico y de nuestras herramientas mentales está mucho más avanzado que el de, por ejemplo, los griegos antiguos, por qué habríamos de seguir intentando usar de aquellos conceptos propios de un estadio inferior de conocimiento de la realidad para referir la totalidad del Cosmos —lo que siempre ha sido, es y será— en lugar de usar los que son propios de nuestro avanzado estado de conocimientos.
Por eso, y por muchas otras cosas más que no vienen al caso de esta pequeña reflexión, no tiene sentido alguno que o bien los autodenominados deístas o bien los panteístas pretendan seguir usando de un término como «dios» que, con toda evidencia, no es realmente de lo que dicen estar hablando cuando intentan explicártelo, porque en nuestros días ya sabemos que es palmariamente improbable que sea verdad que lo que los antiguos, cada uno en su propio idioma y cultura, referían por «un dios» exista.» [Agustín Barahona]
Según la recién publicada clasificación internacional de enfermedades, la catalogada como MB26.08 y llamada como «Delirio religioso» es descrita en el manual como una
«idea delirante que gravita en torno a temas o cuestiones religiosas o espirituales cuya factibilidad no es aceptada por los otros miembros del grupo religioso al que pertenece la persona».
Esto quiere decir claramente que el diagnóstico no está en manos del especialista psiquiátrico, sino en manos de los feligreses compañeros de religión de la persona en cuestión, que pueden decidir o no que lo que quiera que sea el delirio de su co-religionario pueda o no ser tratado como una enfermedad. ¡Es completamente increíble!
Se trata claramente de un fraude, pues queda dependiendo de que una persona no competente para decidir si se trata de una enfermedad o no considere factible la idea de otra persona, independientemente de que lo sea o no.